Como era de esperarse, el líder del PRI, el verdadero no el de mentiritas, consiguió su objetivo de enterrar en un relleno sanitario -políticamente hablando-, al Basurotas, conocido también con el nombre de Cuauhtémoc Gutiérrez.
La historia de esta defenestración política comenzó el 2 de marzo de este año, cuando el Cuau cometió la impertinencia de enfrentarse al único y verdadero líder del “tri”, diciéndole que quien tenía el control del PRI del Distrito Federal era él, nadie más que él, Gutiérrez, pues. El pasado 4 de abril comentamos en este espacio que en una entrevista periodística dejó entrever que el CEN del PRI y el gobierno federal no querían “hacerle mosca” al priista, perdón, al perredista, otra vez perdón, bueno, a Miguel Mancera. “Yo observo que en el CEN ven al DF como una causa perdida”, afirmó Gutiérrez.
Ya encarrerado se quejó de que en 2012 no llegó a ser senador porque “la alianza con el PVM llevó al equipo de Peña Nieto a dar espacios a un partido sin mérito”. Y remató diciendo: “Antes decíamos que éramos soldados del PRI. Pero tengo aspiraciones para ser un general. Hasta a los soldados rasos que se mueren los suben de rango”.
En el mismo comentario señalamos que cuando Camacho Quiroz leyó estas declaraciones, llamó al Basurotas y le reclamó: ¿Por qué no te pones la verde, mi Cuau? Pues porque no me quieren, le respondió. Sostuvieron una larga conversación al final de la cual el Piojo, perdón, el dirigente del tri se comunicó con uno de los “altos mandos” en Los Pinos para decirle, palabras más, palabras menos: Este cuate es un peligro para el “Nuevo PRI del Siglo XXI”.
¿Y qué hacemos con él? Le preguntaron “los de arriba”. ¡Pues vamos a ver! Fue la respuesta. Y agregamos en el mismo comentario: Tardaron justo un mes en buscar la forma de “deshacerse” del Cuau; lo acusaron de cosas horribles, horribles, que no le pudieron comprobar, aunque eso, la comprobación, era lo de menos. Lo importante, lo políticamente importante, era deshacerle de él.
El pasado fin de semana se consumó el asunto: Su partido lo confinó en un relleno sanitario, tratando con ello de que la inmundicia que el multicitado generó no salga a la superficie ni afecte el ambiente, el ambiente político, claro.
A juicio de los analistas políticos objetivos e imparciales, el asunto del Cuau hay que verlo en el siguiente contexto: Comenzaron los procesos políticos previos a las elecciones intermedias de 2015. Dentro de un año se renovarán, entre otras cosas, la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión y, en el caso específico del Distrito Federal, la Asamblea Legislativa y las jefaturas de las 16 Delegaciones. El PRI -que durante casi todo el siglo XX fue amo y señor de las posiciones políticas en la capital del país- trata de volver por sus fueros y recuperar, de lo perdido, lo que aparezca.
En ese afán, el presidente de la República (¿quién si no?) está haciendo su juego en la Ciudad de México, mediante los buenos oficios de uno de sus dos delfines tempraneros -el titular de Gobernación-, quien envió a su coordinador de asesores a ocuparse de concluir el periodo del defenestrado líder Cuauhtémoc Gutiérrez como presidente del PRI en la entidad gobernada por Miguel Ángel Mancera, que fue candidato ganador en julio de 2012 postulado por el PRD.
Llama la atención, apuntan los susodichos observadores, que los dirigentes del nuevo PRI del siglo XXI hayan descuidado las formas de manera tan burda, y que en el “proceso de elección” del flamante pastor de la borregada priista en el D.F. ni siquiera haya metido las manitas el dizque presidente nacional del partido. Miguel Ángel Osorio Chong está apostando fuerte al poner parte de su destino político en las manos de su ex colaborador Mauricio López Velázquez, a quién le ve patas para gallo en la complicada tarea de que los priistas vuelvan a pisar fuerte en la Ciudad de los Palacios. ¿Y si el señor López fracasa y no puede sacar al PRI del D.F. de su triste condición de tercera fuerza política? Pregunta uno de los observadores. ¡Que la lengua se le haga chicharrón! Responden a coro los dirigentes priistas chilangos, los dirigentes nacionales y el secretario de Gobernación, de quien Enrique Peña Nieto espera un cuasi-milagro.
Además de que el señor López no tiene que ofrecer más que sangre, sudor y lágrimas a los priistas capitalinos, porque le entregaron un partido controlado por la mafia del Basurotas -que todavía patalea-, y también se las verá negras frente a las cofradías de la derecha panista maderista, que anda muy crecidita, pero sobre todo frente a las izquierdas. Por otro lado, no hay que olvidar que en las elecciones de 2015 participará por vez primera la Morena lópezobradorista, y entre los discípulos del apóstol tabasqueño y las tribus-hordas-pandillas del PRD, PT y Movimiento Ciudadano tratarán de hacer pomada al representante de Osorio Chong. ¡Y en una de esas lo consiguen!