Hay historias detrás del cine que nos recuerdan que los directores y actores son de carne y hueso: artistas que reflejan sus pasiones en las películas, las cuales son objetos que llevan parte de su cuerpo y vida. El cine entreteje los sueños y las películas, o como lo describe Luis Eduardo Aute: “todo en la vida es cine, y los sueños cine son”.
Son esas historias las que van moldeando la obra del director. Dentro de esa obra que llaman “filmografía” hay películas que no podrían ser concebidas sin la actuación de cierto actor, la forma como interpreta un papel rebasa cualquier punto a seguir dentro de un guión, y es que las palabras – al menos en el cine – hay veces que no pueden contener el golpe certero del cuerpo en plena expresión de los sentimientos. Es de llamar la atención los casos en los que un director y un actor se acoplan de tal manera que la dupla existe por más de una ocasión.
Las historias van más allá de la película, la convivencia que nace entorno a la creación del director no es ajena a las reacciones que los actores tienen al encarnar los papeles. Prueba de ello son estas historias que rebasan al cine y que al mismo tiempo podrían ser una película, sobre cómo el director encuentra a su musa y se adhiere a ella para cambiar la concepción de lo que lo rodea, y plasmarlo en su obra.