Río de Janeiro.- El 29 de junio es una fecha fatídica para el futbol mexicano. Dos veces le ha tocado al equipo nacional definir su pase a Cuartos de Final en esta fecha del calendario. Las dos veces he sido testigo de la triste historia.

 
Hace un par de meses tuve la oportunidad de platicar con Ricardo Peláez, le dije que por favor, no lo volvieran a hacer. Él estuvo dentro de la cancha ese día, en 1998, cuando México parecía cerca de echar de la competencia a Alemania, y terminó como siempre, haciendo las maletas. Fue en Montpellier, en la costa mediterránea.

 

La mitad de los enviados mexicanos ese día nos quedamos sin hotel y los que no llegamos a tiempo al último tren a París, tuvimos que pasar la noche en la estación, junto con cientos de mexicanos desencantados, escondidos por los rincones cual pobres muñecas feas.

 
Peláez me dijo que tuviera fe. El sábado lo entrevistamos, pueden ver el video en el canal de YouTube del diario. Refrendó el compromiso. Pero, falló. El técnico, como aquel Manuel Lapuente de hace 16 años, se equivocó y todo terminó igual.

 

No, miento, mucho peor. Porque ese día en Francia, los enviados mexicanos estábamos resignados. La certeza de la victoria se esfumó a la mitad del segundo tiempo y aunque México seguía ganando, hubo un momento en el que sólo esperábamos que todo terminara. Tal era la intensidad del asedio alemán.

 
Esta vez ni cuenta nos dimos cuándo fue que Miguel Herrera entregó el partido, de tan emocionados que estábamos. La reflexión vino después, buscando explicaciones a lo que nos parecía increíble. La desilusión fue enorme por lo inesperado. De golpe pasamos del festejo a la incredulidad, a culpar al silbante, a maldecir a la suerte, a achacarle a Rafa Márquez un penalti estúpido.
Y regreso ahora al 29 de junio.

 

Ese día lo que no le dije a Peláez es que el 29 de junio es mi cumpleaños. No hubiera cambiado en nada la calidad del regalo, ahora estoy seguro de ello. ¿Será que soy el salado?