La gran reforma al campo que prometió el presidente Enrique Peña Nieto para este año enfrenta serios problemas en su diseño. La causa: los dos equipos que participan en tan importante asunto han tenido serias diferencias en los planteamientos. Para decirlo en términos futbolísticos, hay dos selecciones.
Una, integrada por funcionarios y ex funcionarios del gobierno Federal que han participado en cinco copas, perdón, en cinco sexenios en diversos programas para el sector, como la Alianza para la Producción, el Sistema Alimentario Mexicano y otros, quienes insisten en proponer los mismos viejos planes, esquemas, programas… que, dicho sea de paso, han sido un completo fracaso -con algunas excepciones, claro- y que tienen sumido al campo en la miseria y el abandono.
La otra selección está compuesta, en su mayoría, por “agroyuppies”, aquellos a quien el señor licenciado don Carlos Salinas de Gortari encargó el diseño, las negociaciones y la instrumentación del Tratado de Libre Comercio para el campo, tratado que según sus detractores ha sido un fracaso, aunque sus promotores insisten que ha sido un “exitazo”.
En esta selección participa un grupo de “itamitas” que, dicen los que saben, tiene una visión diferente, moderna, globalizada, de los problemas del campo mexicano y proponen tratamientos distintos a los de la primera selección.
En los entrenamientos, cuando unos y otros se ven las caras y se echan una “cascarita de palabras”, han surgido varios agarrones que han llegado incluso a las “mordidas de cachete”. Y no es para menos, pues uno de los equipos presume de su excelente relación con el “líder”, quien finalmente será quien decida la alineación y el esquema de juego en el campo, en el campo mexicano, claro.
Las diferencias de los dos equipos todavía no llegan a oídos del “líder”, comentaron al columnista funcionarios que tienen injerencia en el sector agropecuario, pero que se mantienen como espectadores porque no los han incluido ni como suplentes. Lo preocupante del asunto es que el dirigente de la primera selección (donde participan los “cinco copas”) está pensando en hacer un cambio de juego, en este caso político, pretendiendo con ello apoyo de uno que corre por la banda presidencial, perdón, perdón, por la banda nada más.
Y es que, como siempre ocurre en estos casos del futbol y la política, los más jóvenes no sólo no les quieren prestar el balón a los cuasi viejos, sino que se lo llevan a su casa. Un campesino observador que durante muchos años ha acumulado tierra en las uñas porque nunca se vio beneficiado con la mecanización del campo que prometió el entonces secretario de la Reforma Agraria, Antonio Toledo Corro, también representante de John Deere y su banda, interviene y apunta: La reforma del campo no va, ni irá, mientras el supremo gobierno siga quemando la pólvora en infiernitos; es decir, mientras sigan haciéndose tarugos en foros, debates, análisis, mesas redondas y encerronas en lo oscurito, en las que participan hasta fantasmas emisarios del pasado y del antepasado, quienes en su momento no fueron capaces de resolver nadita de nada en el campo que, por lo visto, ¡no fue, no es, ni será su campo! Y por si las diferencias entre los dos equipos encargados de diseñar y presentar la gran reforma al campo mexicano no fueran suficientes, la selección que encabeza el secretario de Agricultura, Enrique Martínez, enfrenta un delicado asunto que le podría costar la chamba, dicen los “agroyuppies”. Resulta que el hasta ayer titular del Órgano de Control Interno de esa dependencia, Salvador Esquer, y el Oficial Mayor, Marcos Bucio, tuvieron algunas diferencias por un barquito de investigación pesquera y oceanográfica que costó cerca de 300 millones de pesos -que hace poco más de dos meses “botaron” en Mazatlán, Sinaloa, en presencia del presidente Enrique Peña Nieto. Según los enterados, el contrato de construcción del buque -que más bien parecía trajinera- fue cuestionado porque al parecer el señor Esquer descubrió algunos “chanchullos” de los que informó a sus superiores.
Los informantes comentaron al columnista que cuando Bucio se enteró de este penoso asunto, le reclamó a Esquer de la siguiente manera: “¡Qué no sabes que el negocio de la embarcación es de unos amigos del patrón!” No especificó de cuál patrón. Casualmente, ayer la Secretaría de Agricultura informó que al señor Esquer “le habían dado cuello por no coopelal”. En su lugar pusieron a un contralor a modo, de nombre Francisco Cárdenas Elizondo, quien continuará el trabajo con estricto apego a las normas, transparencia, honestidad y eficacia en la administración pública. ¡Ajá! Y como para que la corrupción apriete tiene que ser del mismo palo, también cambiaron al titular del Órgano de Control Interno del Conapesca, quien al parecer tuvo que ver con la “rifa” del buque en cuestión. En su lugar nombraron a un contralor a modo, de nombre José Antonio Bañuelos Hernández.
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