Qué maneras de terminar la fiesta. Ahora resulta que en los aeropuertos de Fortaleza por todos lados encuentras compatriotas. Es el Cielito lindo del adiós, de las tribunas del Castelao, al aeropuerto de en busca de un vuelo que los saque pero ya de la ciudad. Todavía duelen en algunos los 300 reales del boleto para el duelo de octavos de final.
Y este chilango que curiosea entre los lamentos de lo que antes fueron festejos. El andar es como untarse habanero, luego de enchilarse primero. Y es que los contados chilenos, uruguayos y uno que otro brasileño recetan las frases que el aficionado verde ha escuchado en los recientes 20 años: “Merecían ganar”, “qué buena copa jugaron”, “México merecía más”, puros elogios para la Selección, muy similar a los mundiales de 1998 y 2006 sobre todo, cuando se tuvo de rodillas a Alemania, y se le jugó de tú a tú a Argentina, pero ¡Oh frase maldita en Chilangolandia!: “jugaron como nunca, perdieron como siempre”.
Por eso la partida de los compatriotas parece será más larga. Peleas en los mostradores de Azul y TAM por los boletos que dicen no les respetan, porque todos quieren dejar tierras brasileñas…, pero si apenas hace tres días todos querían llegar.
No es extraño el aficionado sentado en el suelo, quizá muerto de sueño, con el sombrero de paisano al más puro estilo de la imagen del campo mexicano, sin rayo del sol que queme la cabeza, pero con una nueva derrota a cuestas.
De pronto, Fortaleza que era verde se quedó sin fiebre de mariachi, sin las porras y los gritos al portero que despeja, Fortalezza volvió a ser verde y amarilla, y cómo no, si Brasil juega en el Castelao el viernes ante Colombia y poco a poco vuelve la confianza en el Penta.
Al final, dirán en Chilangolandia, éxodo de sombreros junto a la selección, pero este chilango prefiere seguir la fiesta hasta donde Río abre ya las puertas.