El dramatismo de Brasil 2014 supera a la macabra imaginación del guionista más intrépido, aunque con un añadido: que en cualquier ejercicio de ficción, al menos en uno de tantos casos el teórico débil habría derrotado al supuesto fuerte.
Brasil se sintió resbalar al abismo ante Chile; para ser precisos, estuvo a dos centímetros de la caída, suficientes para convertir en gol ese poste en el último instante del segundo tiempo extra y en funeral a la nación anfitriona.
De lo de Holanda y México ya preferiría no hablar, aunque es indispensable efectuarlo cuando también ahí David sometió a Goliat casi al punto de liquidarlo (vaya pesar, sin saber o atreverse a hacerlo).
Nigeria tuvo suficientes argumentos y dominio para echar fuera a una Francia que sólo halló las puertas de la victoria en los minutos finales.
Argelia resistió estoicamente a la maquinaria alemana y al mes sagrado del Ramadán que impidió a buena parte de su plantel hidratarse en cotejo con tan extrema exigencia. Todavía los germanos pensaron que habían sentenciado todo con el 2-0 marcado por Mesut Özil, pero los apodados “zorros del desierto” regresaron para aminorar la diferencia y soñar por otros instantes en alcanzar.
Argentina incluso padeció más frente a Suiza: partido trabadísimo con ocasiones para las dos y un memorable desempeño helvético. Una de esas jornadas que sólo podía remediar la irrupción de los que más saben: Lionel Messi, desaparecido buena parte del encuentro, creó una para que Ángel Di María definiera.
Incluiré en el listado el Costa Rica-Grecia, más allá de que a priori los ticos no eran aplastantemente más que los helenos (como sí, los alemanes que los argelinos, y los albicelestes que los suizos y la naranja que el tricolor). Tras una primera fase tan plena y hegemónica del conjunto centroamericano, contrastada con la calificación casi carambolesca de los del mar Egeo, sorprendió que en el último suspiro Grecia pudiera voltear lo que apenas había igualado en el penúltimo.
Me dirán entonces, y con absoluta razón, que estos resultados confirman la clásica teoría de que siempre ganan los mismos. Llegados a ese punto, me temo que no podré refutarla, porque al menos en octavos de final se han impuesto exactamente los de siempre: Brasil por dos centímetros, Holanda por maldito milagro (déjenme decirle así), Argentina y Alemania por una postrera capacidad para definir, Francia favorecido por puntuales circunstancias.
Al margen de preferencias y aficiones, Brasil 2014 mantiene su tónica de torneo maravilloso. Espectacular, intenso, emotivo, vistoso y, sobre todo, dramático… Drama que para los grandes se ha convertido en comedia y para los chicos en tragedia.