El lento crecimiento visto en la economía durante el último año y medio también se ha reflejado –como era natural- en un menor dinamismo del crédito bancario y en mayores dificultades de las familias para enfrentar sus deudas.
Es razonable que en coyunturas de estancamiento, como la que se ha vivido recientemente en el país, se eleve la cartera vencida de algunos créditos (el índice de morosidad de la cartera total de créditos creció de 3.08% a 3.35% en los últimos doce meses) y, simultáneamente, se incrementen los créditos personales o de nómina; muchos de los cuales sirven para refinanciar viejas deudas.
Pero en general el crédito perdió dinamismo en este tiempo. Los datos de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores muestran que el crédito bancario total solo creció 5.6% en los últimos doces meses (mayo a mayo) después de que el financiamiento de los bancos privados solía crecer a tasas anuales de dos dígitos. Quizá ello explique, parcialmente, la caída en el dinamismo del sector servicios de la economía –del que forma parte el sector financiero- observado en el dato del IGAE de abril pasado.
Pero quizá lo más llamativo de lo ocurrido con el crédito bancario en los últimos dos años no tiene que ver tanto con su desaceleración, sino más bien con el destino de esa masa de financiamiento privado.
Mientras que el financiamiento bancario privado a las grandes empresas y a las empresas en general ha reducido su ritmo de crecimiento, el crédito que concede la banca al sector público federal creció a una tasa 3.5 veces mayor.
El Banco de México, a través de su reporte de Agregados Monetarios y Actividad Financiera, muestra que en el último año (entre mayo pasado y mayo de 2013) el financiamiento bancario privado al sector público federal creció 20.7% en términos reales, alcanzado un saldo de casi 560 mil millones de pesos. Esto es el 15.4% del total de la cartera de crédito de la banca privada.
Pero si al porcentaje anterior se añade el 8.1% del total de su cartera de créditos que han concedido a los gobiernos estatales y municipales, entonces
tenemos que el sector público del país consume el 23.5% del financiamiento bancario. Es decir, prácticamente 1 de cada 4 pesos de créditos bancarios van a financiar a los gobiernos y a las empresas públicas, en detrimento de la actividad productiva de las familias y empresas del país.
Un dato más al respecto que se desprende de este mismo reporte del banco central: El financiamiento directo de los bancos al sector público federal a través de la compra de valores pasó de 333 mil millones de pesos, en mayo de 2013, a 426 mil millones en mayo pasado. Es decir, en los últimos doce meses los bancos han financiado al sector público federal, vía compra de valores, con casi 100 mil millones de pesos adicionales; un crecimiento de 23.5%.
La lógica de esta tendencia es que el gobierno federal está demandando más recursos de la economía, mismos que “aspira” del ahorro financiero restando recursos disponibles al sector privado para su expansión. Esta dinámica se da en una economía estancada con escasa demanda de recursos prestables por parte del sector privado y con tasas de interés históricamente bajas, lo que abarata el costo del financiamiento para el gobierno federal.
En suma. Estamos frente a una creciente absorción del ahorro interno por parte del gobierno federal bajo la hipótesis de que un gobierno con más recursos que ejerza un mayor gasto público, ayudará a dinamizar la economía. Una hipótesis con serias limitantes –que ya hemos discutido- comenzando por la cuestionada eficacia del gasto público.