BAGDAD. A pesar las exigencias cada vez mayores de que dimita, el primer ministro iraquí Nuri al-Maliki anunció que buscará otro periodo y afirmó que permanecerá en el cargo hasta que sean derrotados los extremistas suníes que controlan gran parte del país.
Con seguridad, las agudas palabras de al-Maliki prolongarán la crisis política en Irak, que enfrenta la demanda urgente de un nuevo gobierno que pueda unir a la nación ante la acometida que amenaza con dividir al país en tres fracciones debido a sus diferencias étnicas y sectarias.
La ofensiva de los extremistas que han capturado desde junio gran parte del norte y el oeste de Irak se debe en parte a las inconformidades de la minoría musulmana suní del país con al-Maliki y su gobierno de extracción chií.
Los exaliados de al-Maliki y otros sectores lo acusan de monopolizar el poder y de abonar a la crisis al no impulsar la reconciliación con los suníes. Al-Maliki es primer ministro desde 2006.
Estados Unidos ha propuesto la integración de un gobierno más incluyente aunque no ha exigido explícitamente la renuncia de al-Maliki.
En lo que podría considerarse una censura contra al-Maliki, el máximo clérigo chií de Irak, el ayatolá Alí al-Sistani, ha exigido a los legisladores la formación inmediata de un nuevo gobierno que tenga capacidad para confrontar la amenaza extremista y unificar al país.
Los legisladores no lograron el martes ningún progreso en su primera sesión del parlamento.
El viernes, al-Sistani lamentó la incapacidad de los dirigentes políticos para ponerse de acuerdo en cuanto a un nuevo primer ministro y les pidió que intensifiquen sus esfuerzos, dijo un clérigo que representa al ayatolá durante un sermón en la ciudad santa de Karbala.
El bloque Estado de derecho de al-Maliki ganó en abril el número más alto de escaños parlamentarios, lo que lo convertía en el principal candidato natural para dirigir el nuevo gobierno.
Sin embargo, al-Maliki no logró la mayoría en la Legislatura y en consecuencia necesita aliados para la formación de un gobierno.
Esa situación abrió el escenario para un intenso forcejeo sobre los integrantes de un gobierno de coalición, y sobre todo, para la designación del primer ministro.
Al-Maliki dejó claro el viernes su determinación de permanecer en el cargo un tercer periodo consecutivo, o cuando menos hasta que haya derrotado a la insurgencia.
“Jamás renunciaré a la candidatura al cargo de primer ministro”, declaró al-Maliki en un comunicado que emitió su despacho.