La aprobación de las leyes secundarias en telecomunicaciones y el debate que llevará la próxima semana a la segura aprobación de las leyes secundarias energéticas evidencian la gran derrota de la oposición.
La salida del PAN y del PRD del Pacto por México debilitó a la oposición porque perdió instrumentos de negociación con el PRI. La estrategia negociadora del PRI se basó en tres mecanismos: la aprobación de reformas constitucionales en el 2013, la participación opositora en comisiones y la mayoría priista en comisiones y pleno en el Congreso.
Pero a la hora decisiva la propia oposición dividió su voto al permitir el ejercicio democrático del voto libre de sus legisladores en comisiones y pleno: antier miércoles, senadores panistas y perredistas avalaron las leyes secundarias en telecomunicaciones, en tanto que otros senadores de esos mismos partidos se opusieron. Este voto dividido favoreció al PRI.
La clave en la aprobación en las secundarias en telecomunicaciones no estuvo sólo en el manejo inevitable de la mayoría -al PRI le faltaban 10 diputados y tres senadores al grupo PRI-PVEM-Panal para alcanzar la mayoría absoluta-, sino también en la exigencia de senadores y diputados de oposición de votar en libertad porque por esa vía le llegaron al PRI los votos necesarios para la mayoría absoluta necesaria.
Con ingenuidad, el PAN, el PRD y el PT se confiaron en el sentido de la reforma constitucional en telecomunicaciones y muy tarde se percataron del transitorio donde se estableció la preponderancia por servicio y no por sector. No pudo ser más cándida la confesión del senador Javier Corral de haberle creído al secretario de Gobernación su discurso antimonopolio durante la firma del Pacto.
El otro error de la oposición fue haber creado un ambiente mediático estridente para llevar la discusión al dilema de apoyar a Televisa o a Carlos Slim, porque Televisa sigue siendo un soldado del sistema todavía priista, en tanto que Slim es un empresario antisistémico; Azcárraga negocia con el poder político y Slim quiere el poder político.
La estrategia de la oposición también estuvo dividida: el PAN chantajeó su voto favorable a las telecomunicaciones y energéticas, a cambio de una reforma electoral que el PRI ya tenía prevista y que dejó que al PAN se le enredara. El PRD, en cambio, asistió a reuniones de comisiones para obstruir sus procedimientos pero paradójicamente terminó por validar políticamente las conclusiones de comisiones con su presencia.
La oposición que logró imponerle al PRI la agenda amplia estructural del Pacto por México le dejó el espacio al PRI con la disolución del Pacto; en el fondo, el Pacto le sirvió al PRI para lograr el voto de la oposición en la construcción de una mayoría calificada -tres cuartas partes de votos- para modificar la Constitución: el PRI-Verde-Panal apenas tenía 251 votos, contra los 334 que necesitaba en los diputados y 62 en el Senado pero necesitando sumar 85.
Así, las concesiones del PRI en las reformas constitucionales lograron holgadamente la mayoría calificada, pero la oposición no supo obtener garantías para evitar aflojamientos en las secundarias en las que el PRI requería sólo 51% de los votos.
El gran regalo del PAN, el PRD y el PT fue permitir el voto individual en sus bancadas y no amarrar el voto en bloque. Lo paradójico fue que ese voto a conciencia fue una conquista de legisladores opositores, pero al mismo tiempo su fracaso porque permitió votos opositores a favor de las secundarias.
Lo que viene en la votación energética seguirá el mismo camino: mayoriteo en comisiones, votos individuales en pleno y leyes secundarias aprobadas por la fuerza de la primera minoría. Paradójicamente la oposición fue derrotada por su democracia interna.