Lo dice su nombre, Fiorella es una florecilla que domina la de gajos como el mejor 10 de Argentina. Fiorella de Copacabana venida desde Buenos Aires, Argentina. Tacones altos, short negro pegado, la albiceleste cortita y el balón como enamorado. Fiorella es una chica con un poco más de 20 años, cabello negro, ceja marcada, piernas de la arena al cielo, pero la atención la llama por el control del esférico. Igual lo hace con el muslo, que con el empeine o de cabeza, y todo sin quitarse el sombrero.

 

 

Llegó desde Buenos Aires con algo de los ahorros que tenía en casa; su amor a la albiceleste la tiene esperando el 13 de julio como la cita con el príncipe, en caballo blanco, al que bien le vendría llamarse Lionel. Ella frena el tiempo a un costado de la arena, y vaya que no es fácil parar el tránsito en la cuadrícula de Copacabana, pero Fiorella combina la locura de los hombres: es una amalgama. Sirena que juega al futbol, ¡y lo hace sobre la playa!: “Hace muchos años que yo en Argentina hago jueguito con el balón en taco alto, ¿taco alto?”, pregunta la bonaerense refiriéndose a sus altos tacones.

 

 

En 10 minutos que el peatón se pasa el tiempo mirando, dos brasileños, un holandés y un ecuatoriano fracasan en el intento de aguantarle el paso. Fiorella abraza la de gajos con el muslo, la encandila con el empeine, la seduce con los hombros y la desprecia con una rabona. No es extraño en su coqueteo, finge demencia, asegura que no recuerda desde cuándo es tan amiga de la pelota: “Arranqué de pequeña, allá en casa; a la gente le llamaba la atención, le gustaba; ahora se me ocurrió venir acá desde la Argentina a ver a la selección y de paso me divierto con la gente y juego un rato”.

 

 

¿Pero desde qué edad empezaste a dominar el balón así?

 
– “No sé, desde chica, desde muy chica.

 

 

¿Tienes muchos hermanos o por qué te nació el gusto?

 
– No, tengo sólo un hermano que toda la vida sufrió, y aún sufre, porque nunca me ganó, pobre, así que le mando besos.

 

 

Sobre los pedazos curvilíneos de mosaicos albinegros que preceden a la playa en Copacabana, Fiorella colocó un sombrero, en él, algunos billetes de cinco, 10 y 20 reales, monedas de 20 y 50 centavos, ayuda que dice servirán para pagar el hospedaje de aquí al próximo domingo 13 de julio, día en que espera ver a la selección de Sabella, a quien palomea en la estrategia.

 

 

“Con la última defensa, la que armó Sabella ante Bélgica, creo que vamos por buen camino y vamos muy bien. Bélgica no pudo llegar y eso que es  un equipo que le vi muy bien en los últimos partidos que le he visto jugar”, explica no sin compartir su pronóstico para lo que será la semifinal entre la Albiceleste y la Naranja Mecánica: “En el duelo de Argentina contra Holanda, gana Argentina con gol de Messi y uno del Pipita de nuevo, sí, gana Argentina, sin dudas”.

 

 

Al final, Fiorella recoge el sombrero, cuenta su dinero y se encamina a las olas, Fiorella; florecilla argentina de control endemoniado, ha dejado en tierra la de gajos y ella simplemente se pierde en el océano.