A tan solo 55 kilómetros de la ciudad fronteriza de Piedras Negras, Coahuila, se encuentra la localidad de Allende. Pertenece a una región conocida como “Los 5 Manantiales”, por los yacimientos de agua que de ella emanan.

 

Esta zona nogalera del norte del estado vivió uno de los acontecimientos criminales más escalofriantes de la guerra contra la delincuencia organizada iniciada por Felipe Calderón.

 

Una tarde de marzo del año 2011, un convoy de camionetas con hombres armados salieron de Tamaulipas dispuestos a cumplir las órdenes de venganza del más alto capo de Los Zetas, Miguel Ángel Treviño Morales, el Z-40.

 

Durante cerca de dos meses, sicarios atormentaron a la población de Allende en represalia por la traición de dos blanqueadores de capitales que huyeron a Estados Unidos con cerca de 5 millones de dólares. Uno de ellos era un supuesto informante de la DEA, desatando la ira de Treviño, quién ordenó levantones de cualquier persona que estuviera relacionada con los dos “traidores”. No se supo más de familiares, empleados y amigos con cualquier lazo a los responsables en Allende y poblaciones cercanas, como Múzquiz, Piedras Negras y Sabina.

 

Los ciudadanos y las autoridades de Allende se sumieron en un silencio fantasmal después de presenciar la crueldad de los criminales. Tres años después de lo sucedido, la gente comienza a romper la barrera de esta masacre silenciosa.

 

Luis Reynaldo Tapia, actual alcalde de Allende, ha declarado ante medios que la cifra de personas desaparecidas durante el período mencionado es cercana a 300, muchos siendo familias enteras. Esta escalofriante cantidad no ha sido respaldada por autoridades federales, no obstante, de ser así, se trataría de una de las peores matanzas en la historia mexicana.

 

Actualmente, la Subprocuraduría de Desaparecidos, dependencia del estado de Coahuila, ha emprendido una investigación que intentará encender la luz sobre los desaparecidos de Allende. De igual manera, la investigación pretende esclarecer el tan prolongado silencio y posible involucramiento de las autoridades locales en el suceso.

 

Hasta el momento, la averiguación no ha divulgado ningún resultado en concreto. Aún no se cuenta con un calculo oficial de desaparecidos ni de fallecidos. Igual de preocupante, tampoco han habido detenidos.

 

La cooperación y coordinación con las agencias de seguridad y combate al tráfico de drogas de Estados Unidos, especialmente de la DEA, es fundamental para el esclarecimiento de los hechos ocurridos en Allende. Por la naturaleza de la situación, no sería exagerado sospechar que los alcances de la colaboración con dichas agencias americanas debe de ser altamente clasificado. Sin embargo, es necesario exigir mayor transparencia en los avances de las investigaciones en marcha, tanto nacionales como aquellas con cooperación extranjera, para poder rendir cuentas y explicaciones a las familias que se vieron afectadas con los sucesos.

 

La Oficina de Naciones Unidas cuenta con un Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias, compuesto por expertos en el tema. Esta institución tiene como objetivo principal ayudar a familiares afectadas por desapariciones en el esclarecimiento de casos. A la par, emite recomendaciones a gobiernos para evitar obstáculos en las investigaciones. Es recomendable una mayor colaboración con este Grupo de Trabajo y otras organizaciones de la sociedad civil para llegar al fondo de este lamentable acontecimiento y evitar que se repitan sucesos similares en el futuro.

 

Resulta necesario fijarse en las aristas de lo acontecido. El hecho de que hayan desaparecido familias enteras en Allende y poblaciones cercanas, ayuda a enterrar el mito de que las víctimas de la guerra contra el narcotráfico han sido parte de organizaciones criminales.

 

En entrevista con el diario El País, Raúl Vera, Obispo que ha trabajado en favor de migrantes, prostitutas y desaparecidos, declaró: “La impunidad ha permitido que eso suceda. La desaparición viene acompañada de la eliminación de todo indicio que permita la persecución: hacen desaparecer las personas y luego los cuerpos. Y todo se vuelve hipotético, porque nadie sale vivo. Y si alguien se separa de esos grupos, es persona muerta. En el caso de Allende lo hicieron a la luz del día, sin que hubiera la más mínima reacción de autoridades.”

 

Ante la seriedad de los acontecimientos, es necesario seguir de cerca cualquier avance que ayude a superar uno de los casos más oscuros de la historia reciente. Como sociedad civil, es nuestra responsabilidad exigir el más estricto cumplimiento de la ley y evitar uno de los espectros más dolorosos del México actual: el silencio.