KABUL. Casi un centenar de civiles murieron y 42 resultaron heridos en un atentado suicida cometido hoy con un vehículo cargado de explosivos en un concurrido mercado en el sureste afgano, en uno de los ataques más sangrientos registrados en Afganistán, es el peor atentado insurgente sobre civiles desde la invasión encabezada por Estados Unidos en el 2001.

 

El ataque, en el que fallecieron al menos 89 personas, ocurrió hacia las 10:30 hora local (06:00 GMT) en un mercado abarrotado de gente en el distrito de Orgun, en la provincia de Paktika, afirmó el portavoz del Ministerio de Defensa afgano, Zahir Azimi.

 

El portavoz explicó que entre los muertos había muchos niños y mujeres y agregó que los heridos fueron evacuados en helicóptero a un hospital.

 

El gobernador del distrito de Orgun, Mohamed Reza Kharoti, indicó que el mercado estaba repleto de gente que hacía compras de Ramadán y se preparaban para la fiesta de Eid al Adha o Fiesta del Sacrificio, la mayor festividad para los musulmanes.
“La explosión fue muy potente y sacudió toda la zona. Había sangre por todos lados”, añadió Kharoti, quien aseguró que entre los muertos había, además de civiles, dos policías.

 

“Vi los cadáveres de dos de mis colegas entre un charco de sangre y polvo”, manifestó el agente local Urban Ali.

 

Las imágenes recogidas por los medios locales mostraron el área del atentado completamente destruida, con coches calcinados, tiendas derruidas convertidas en una amalgama de hierros y escombros, y decenas de personas que trataban de rescatar a los supervivientes.
“Los enemigos de Afganistán pagarán un duro precio por matar a afganos. No nos pueden detener. El país seguirá adelante“, sentenció en su cuenta de Twitter el ministro del Interior afgano, Mohamed Umar Daudzai.

 

Este atentado es uno de los peores cometidos en el país asiático en los últimos años.

 

Sesenta y dos personas murieron en dos atentados contra la minoría chií en 2011 y otras 41 perdieron la vida en otro ataque suicida en la Fiesta del Sacrificio en 2012.

 

Además el ataque coincide con un período de inestabilidad en el país a la espera de que se conozcan los resultados de las elecciones presidenciales después de que los dos candidatos, Ashraf Gani y Abdulá Abdulá, llegaran a un acuerdo para auditar todos los votos.

 

Abdulá denunció un fraude masivo en el recuento de votos por parte de la comisión electoral y había amenazado con retirarse de la carrera electoral y formar un gobierno paralelo hasta que el pasado fin de semana, y bajo la mediación del secretario de Estado de EU John Kerry, se acordó revisar el 100 por ciento de las papeletas.

 

“Mis más sinceras condolencias, oraciones para los familiares de las víctimas”, afirmó en su cuenta de Twitter, Gani, quien encabezaba el primer recuento preliminar de la segunda vuelta electoral del 14 de junio con un 56.44 por ciento de las papeletas.

 

Aunque los talibanes aún no se adjudican el atentado, el analista afgano Ahmad Sayidi aseguró que ellos eran los autores, puesto que -afirmó- “al no poder atentar contra la policía o los (soldados) extranjeros, optaron por su segundo objetivo habitual: los civiles”.
“No les importa nada ni nadie. Lo único que desean es traer a toda costa la inseguridad” a Afganistán, recalcó Sayidi.

 

Los atentados suicidas son, junto a los artefactos explosivos improvisados (IED, según sus siglas en inglés), los métodos más recurrentes de los talibanes para atacar a las fuerzas afganas e internacionales, aunque en la práctica causan un elevado número de víctimas civiles.

 

Hoy, en otro atentado, dos empleados del Palacio Presidencial murieron y siete resultaron heridos en la explosión de una bomba al paso del vehículo en el que viajaban en las afueras de Kabul.

 

En los seis primeros meses de este año, en Afganistán perdieron la vida mil 564 civiles, un 17 por ciento más que en la primera mitad de 2013, mientras que los heridos fueron tres mil 289, un 28 por ciento más.

 

Los datos muestran una preocupante situación en Afganistán después de que el año pasado las fuerzas de seguridad afganas se hicieran responsables de la seguridad tras la retirada paulatina de la misión de la OTAN (ISAF), que culminará definitivamente a finales de 2014.

 

Estados Unidos anunció que mantendrá a unos nueve mil 800 soldados en territorio afgano hasta finales de 2016.

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