A la luz de las noticias más recientes, pareciera que la niñez ha dejado de ser considerada por muchos “poderosos” el futuro de la humanidad.
En Gaza, decenas de niños han muerto por los ataques de Israel. Y el mundo sólo observa. En Estados Unidos miles de niños centroamericanos migrantes que huyen -empujados por padres desesperados- de la violencia en naciones de la región central del continente, son tratados como auténticas excretas humanas por el desprecio y el racismo de un deshumanizado sector político y social en ese país.
Los endemoniados infanticidios que muchos sacerdotes, esos falsos representantes de Dios en la tierra, han cometido en perjuicio de miles de niños por años alrededor del mundo, es la aberración más indignante que tristemente muestra el valor humano que mucha gente poderosa le concede a “un niño”, al futuro de la humanidad.
Asuntos asociados al extremismo religioso, al fanatismo y a la geopolítica siguen cobrando víctimas infantiles en Medio Oriente. Asuntos vinculados a la política migratoria, a la xenofobia y a una inhumana intolerancia a la diversidad étnica mantiene a miles de niños centroamericanos en la zozobra, hacinados en albergues militares.
En México, alguien se beneficia de facilitar la migración ilegal de Centro América. El dejar internarse en suelo nacional a decenas, cientos, miles de guatemaltecos, hondureños, salvadoreños… a cambio de unos cuantos dólares.
Esa actividad de “cadenero” a cambio de unas monedas, ese que facilita la entrada ilegal al centroamericano en la frontera sur de México, deriva en una sucesión de negocios vinculados al crimen organizado que, gracias al poder anticoagulante de la corrupción en los tres niveles de gobierno, ha atizado la violencia en todo el territorio nacional.
En ese escenario, los niños migrantes, por su condición de alta vulnerabilidad, pasan a ser “carne fresca” para depredadores y explotadores sexuales, recursos humanos reclutados por el narcotráfico, o diablillos de muchos otros infiernos, quizá inimaginables, pero que reportan millonarias ganancias a algunos pocos.
Sin embargo, esta situación no es privativa sólo de los niños centroamericanos que se internan en territorio nacional ilegalmente -muchos de ellos, repito, como consecuencia de la violencia extrema en sus países de origen-. También atañe a los niños mexicanos de comunidades en extrema pobreza.
Existen en México asentamientos dejados de la mano de Dios en Guerrero, Oaxaca y Chiapas, por citar sólo algunos estados donde los padres de familia ofrecen a sus hijas en venta como trabajadoras domésticas. Un acto que tiene como fin último el tratar de darle a las hijas una vida mejor a la que les espera en medio de la miseria, el hambre y el frío y, de paso, ganar 15 mil o 20 mil pesos.
Los padres que empujan a sus hijos a migrar de Honduras, El Salvador o Guatemala, así como los padres mexicanos en extrema pobreza que tratan de “colocar” a sus hijas en familias como trabajadoras domésticas, se encomiendan a las probabilidades que ofrece el azar para que sus niños tengan un mejor futuro.
Un azar que juega en la ruleta del capitalismo deshumanizado. Ese que es capaz de lucrar con el humano, de denigrar al humano, de abusar de un niño con tal de obtener riqueza, riqueza que sirve para lubricar los engranes de la corrupción, del soborno, para operar actividades que inquietan, que ofenden, que angustian por abominables.
En México la esperanza de un cambio es como un niño: es aún muy tierna, dependiente, es una ilusión incapaz de ser autosuficiente, exige sacrificios. La esperanza es como un niño en un país que es como un balín que día a día se encomienda a las probabilidades del azar. Un balín de ruleta cuyo futuro está en juego al igual que el de un niño en estado de vulnerabilidad o alto riesgo.
Muchas personas en el poder a nivel mundial han perdido el respeto por la vida. Sus pasiones desbordadas por la religión, el dinero y el poder les ha convertido en entes que no merecen ser llamados hombres.
En estos tiempos ¡Ah que vergonzoso resulta sostenerle la mirada a cualquier forma de vida!