Dawn of the Planet of the Apes (Dir. Matt Reeves)

 

Cuando en 2011 fuimos al cine para ver Rise of The Planet of the Apes (Wyatt), lo que en realidad estábamos presenciando era el futuro. Esto que parecía otra sucia argucia de Hollywood para seguir ordeñando una vieja vaca, terminó convirtiéndose en la primera gran cinta de aquello que el autor y decano del MIT, William J. Mitchell, llama “la era post-fotográfica” del cine; es decir, aquel cine que no retrata la realidad sino que construye una propia a partir de la computadora.

 

Si bien Avatar (Cameron, 2009) fue pionera en el uso de los “disfraces digitales” (personajes animados por computadora a partir de la captura de gestos y movimientos de actores reales), fue hasta Rise of the Planet of the Apes que la técnica alcanzó una madurez narrativa absoluta gracias, en gran medida, al arte de Andy Serkis como el actor detrás del primer gran personaje creado mediante esta técnica: el simio César. Hoy, con Dawn of the Planet of the Apes, la era de los personajes humanos con trajes digitales alcanza niveles de auténtico paroxismo.

 

Han pasado 10 años desde que la pandemia borró prácticamente del mapa a la raza humana, mientras tanto los simios, siempre bajo el liderazgo de César (Serkis), han construído aldeas, se han organizado en comunidades e incluso han decretado leyes de convivencia básica: “Simio no mata simio”. Pero esta sociedad cuasi Orwelliana no durará: un grupo de humanos ha llegado al lugar para intentar poner en marcha una vieja presa y así dotar de energía a una pequeña comunidad de sobrevivientes; César llega a un acuerdo: ayudarlos con su trabajo en la presa siempre y cuando no lleven consigo armas de fuego.

 

El simio Koba (Toby Kebbell), ve con recelo ese trato, sabe en carne propia cuán crueles pueden ser los humanos, sabe bien que una vez que tengan electricidad serán más peligrosos. Del lado humano las suspicacias son compartidas por lo que el caldo de cultivo para un conflicto mayor estará latente.

 

A diferencia de muchas otras secuelas, esta se siente como una extensión lógica aunque un tanto cuanto predecible de la cinta original. La primera media hora es un despliegue de poder técnico y artístico: largas secuencias silentes (fuertes reminiscencias al 2001 de Kubrick) donde la comunicación entre simios es mediante señas, gestos, imágenes que en realidad no existen, producto de la magia digital combinada con el arte de un puñado de actores anónimos y desplegada con un nivel de realismo (¿el término es correcto?) inusitado.

 

Curiosamente, del lado humano hay menos jugo, casi todos los personajes son estereotipos que van desde aquel que confía en los simios, aquel que los odia, aquel que les regala novelas gráficas (todos a leer Black Hole de Charles Burns) o aquel que no ve otra salida que no sea la guerra (un Gary Oldman desperdiciado). El tono no podía ser más fatalista: no importa lo que suceda, simios y humanos jamás tendrán un entendimiento. El miedo -en todo caso- es lo único que hermana a ambas especies.

 

Dawn jamás puede rebasar o siquiera emular los alcances narrativos y de subtexto de Rise. No habrá aquí un momento tan trascendente como aquel “NO” de la cinta original; pero a cambio, el director Matt Reeves sabe mantener el suspenso y la angustia en una historia cuyo fatal desenlace está más que anunciado, buscando incesantemente cautivar con imágenes tan bellas como terribles: aquel infierno con las siluetas de los simios disparando, la subjetiva en plano secuencia de aquel tanque que destruye todo, la anarquía inevitable ante la ausencia de razón.

 

O la mirada de César, antes llena de orgullo por lo logrado, para luego asumir, no sin terror, el caos que se asoma en el horizonte.

 

Dawn of The Planet of the Apes (Dir. Matt Reeves)

3.5 de 5 estrellas.