La mayor parte de la grasa en un humano adulto es blanca o mala y con ayuda del ejercicio ésta se puede revertir en buena o marrón, que es la que se ‘quema’ para producir calor, una vía que se ha presentado como buena para combatir la obesidad pero que ha resultado no serlo para el cáncer.

 

Y es que, según un estudio publicado en Cell Metabolism, este proceso “quemagrasa” es lo que produce en los enfermos de cáncer la caquexia, un síndrome que les provoca extrema delgadez y debilidad -no el avance del tumor en sí-, y que es la auténtica causa de la muerte de un tercio de los pacientes afectados por un tumor.

 

Los responsables de este estudio son investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), entre ellos Michele Petruzzelli, quien señala: “Es la primera vez que este fenómeno que podríamos llamar quemagrasa se asocia a un efecto negativo”.

 

“En la naturaleza todo es así, todo es equilibrio. Lo que es bueno en algo es malo en otro contexto, no hay nada bueno en sí mismo”, declara este investigador, quien recuerda que un paciente con cáncer es muy distinto a uno con obesidad.

 

El bioquímico José Manuel Bautista, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Complutense de Madrid, pone en valor este trabajo e indica que procesos “contradictorios” de este tipo existen muchos en el cuerpo.

 

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El progreso de los tumores tiene efectos a distancia en otros tejidos, como el que ahora los investigadores del CNIO publican: “Lo que es potencialmente bueno para luchar contra la obesidad resulta letal para los enfermos de cáncer que les hace consumir rápidamente sus reservas energéticas del organismo”, afirma Bautista.

 

Para llegar a las conclusiones del trabajo de Cell Metabolism, Petruzzelli y sus compañeros trabajaron con doce ratones con distintos tipos de cáncer, en los que observaron numerosos cambios en sus órganos que variaban en función del tipo de tumor.

 

Sin embargo, según el CNIO, el efecto de la transformación de grasa blanca en marrón se dio en todos ellos y muy pronto, antes de que se manifestaran los síntomas ya conocidos de la caquexia.

 

La importancia del proceso de transformación de la grasa blanca o mala en grasa marrón o buena se descubrió hace apenas dos años.

 

La mayor parte de la grasa en un humano adulto es blanca -tejido adiposo blanco– y se sabe que su principal función –no es la única- es almacenar energía (los michelines).

 

La grasa marrón, en cambio se ‘quema’ para producir calor; la grasa de los bebés y de los animales que hibernan es así.

 

En el contexto de la actual epidemia de obesidad, la grasa blanca ha sido apodada mala y la marrón buena.

 

El hallazgo de que los humanos adultos pueden convertir la grasa blanca en marrón mediante ejercicio o la exposición a bajas temperaturas (esto último más constatado) ha abierto una nueva vía de ataque a la obesidad y de hecho ya está en marcha la búsqueda de herramientas farmacológicas para inducir la transformación.

 

El trabajo de Cell Metabolism no adelanta nada sobre cada una de estas grasas, pero sí pone de relieve que, lo que es bueno en obesidad, en los enfermos de cáncer debe ser combatido.

 

Si se logra reducir la transformación del tejido graso -paso de la grasa mala a la buena-, los síntomas de la caquexia mejoran, aunque no desaparezca del todo.

 

¿Y cómo? Bloqueando uno de los agentes que promueven la activación del sistema inmune, una molécula llamada citoquina IL6.

 

Según explica Petruzzelli, ya se sabía que la IL6 estaba involucrada en la caquexia, pero en este trabajo “hemos visto que también tiene un papel en la transformación de la grasa blanca”.

 

No obstante, esta citoquina es solo una de las muchas implicadas, por lo que bloquearla no es suficiente.

 

De ahí que este equipo de científicos, que ha llevado las investigaciones dentro del Programa de la Fundación BBVA-CNIO, siga buscando nuevas moléculas que puedan ser más eficaces.