JERUSALÉN. Reuvén Rivlin, de 74 años y político de la derecha nacionalista, se convirtió hoy en el décimo presidente de Israel tras tomar posesión del cargo en una ceremonia de investidura celebrada en el Parlamento ante las máximas autoridades del país.
“Kipá nueva sobre la cabeza del nuevo presidente”, manifestó, al tiempo que sacó de su bolsillo un solideo, tras jurar el cargo con voz entrecortada sobre una Biblia hebrea con la mano derecha alzada y hacerse formalmente con la jefatura del estado israelí.
Posteriormente, pronunció una bendición y dos militares hicieron sonar sendos shofar, instrumento hebreo fabricado generalmente con el cuerno retorcido de un carnero.
El acto contó con la asistencia de destacadas personalidades de la vida política, cultural, autoridades religiosas del país, además de representantes de las fuerzas de seguridad, familiares y amigos del nuevo presidente.
Todo pese a que los medios pronosticaban que la ceremonia quedaría deslucida y que el ambiente era cualquier cosa menos festivo, debido al conflicto bélico en Gaza que dura ya más de dos semanas.
Rivlin resultó elegido el pasado 10 de junio en una muy disputada votación en la Kneset, en la que tras varios titubeos, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, le dio finalmente su apoyo.
Y es que el nuevo presidente israelí es un desconcertante político de la derecha nacionalista, representante de un Likud -el de Menahem Beguin- que desapareció hace dos décadas y media.
Defensor por un lado del Gran Israel, como lo exigía la vieja ideología likudista, este abogado de profesión, casado y padre de cuatro hijos, es por el otro un demócrata a ultranza, capaz de elevar su voz allá donde considere que la justicia ha de imponer el tono, en línea con unos principios que su partido dejó atrás en favor del marcado acento populista que hoy lo caracteriza.
El presidente saliente, Simón Peres, reconoció en su discurso de despedida -al término del cual la Cámara en pleno se puso en pie para aplaudirle en agradecimiento a su labor- que no esperaba un nuevo conflicto armado en vísperas de su despedida del cargo.
“No imaginaba que en los últimos días de mi presidencia sería llamado, una vez más, a confortar a familias que perdieron a un ser querido. Lágrimas en sus ojos. Y fe en su corazón”, dijo Peres.