JERUSALÉN. El presidente palestino, Mahmud Abbas, se ha convertido en una pieza clave para cualquier alto el fuego en Gaza que contemple, por un lado, el fin del bloqueo israelí a la Franja y, por el otro, el desarme de las milicias palestinas.
Se trata de las dos demandas más importantes que Israel y Hamás se hacen mutuamente para cerrar un trato a largo plazo, y sin las cuales, dicen analistas y algunos políticos israelíes, cualquier cese temporal de las hostilidades estará destinado al fracaso y a una nueva guerra en menos de dos años.
“Todo acuerdo de alto el fuego en las actuales circunstancias debe ser analizado en tres planos: el contenido, los firmantes y la responsabilidad sobre Gaza”, explicó a Efe Moty Crystal, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Asesor desde 1994 de varios gobiernos israelíes en procesos negociadores con vecinos árabes, incluido Hamás, Crystal considera que el “contenido” depende en gran medida de los otros dos factores.
Y que de ellos se desprenderá si las partes llegan a un pacto parecido al de 2012 o a un formato más avanzado que incluya lo que él denomina un “cambio estratégico”.
Doce horas de alto el fuego
El alto el fuego respetado por Israel y la milicia del movimiento islamista Hamás dio 12 horas de respiro a los gazatíes para aprovisionarse pero también descubrió una cruel realidad: barrios y localidades completamente arrasadas y decenas de cadáveres bajo los escombros.
A una hora del fin del plazo pactado, el número de cadáveres desenterrados bajo miles de kilogramos de cascotes superaba los 130 y hacía que la cifra total de palestinos muertos en estos 19 días de ofensiva israelí superara ya el millar.
En los frentes de batalla de Beit Lahia, Beit Janún, Shahaiye, Al Juza o Rafah, y a todo lo largo de la Franja, hombres, mujeres y niños se apresuraban con un frenesí inusual en una mañana de Ramadán para conocer como estaban sus casas o huir por fin de “un infierno en la tierra”.
“Nos vamos, nos vamos, no sabemos donde pero ya no podemos resistir más. Aunque tengamos que dormir en la calle o la playa, siempre será mejor”, explicaba a Efe Jaled al Sahrawi, en una de las atestadas carreteras que unen Beit Janún y Gaza ciudad.
Desoladas otros días, sometidas al agrio sonido de las bombas y los fusiles, las calles de esta población de más de 50 mil habitantes a solo seis kilómetros de la ciudad israelí de Sderot, eran este sábado un continuo ir y venir de gente.
Camiones, taxis, coches desvencijados, motocarros, precarios carros tirados por burros famélicos y ambulancias convertidas en improvisados autobuses, todo vehículo con ruedas era útil para entrar y salir de un paisaje desolador.
Una infinita hilera de casas devastadas y esqueletos de hormigón -más de mil 800 inmuebles han sido destruidos por las bombas y más de 20 mil viviendas han sido dañadas por disparos según estadísticas palestinas- en los que cientos de personas se afanaban por salvar las pocas pertenencias que les quedaban.
“Me costó años y miles de shekels levantar esta casa para mi familia. Todos nos ganábamos la vida en este taller”, explicó por su parte Maher, junto a las máquinas con las que él y sus cinco hijos sacaban adelante a una familia de veinte miembros cortando bloques de piedra.
Algunos kilómetros más allá, en el centro de Beit Janun, la foto se tornaba en un gris plomizo que reencarnaba con escalofriante realidad aquellas fotografías que aún nos recuerdan la Europa arrasada de la Segunda Guerra Mundial.
Aquel, alcanzado con la mediación de Egipto después de la ofensiva israelí “Pilar Defensivo”, contemplaba una fórmula muy básica de “calma por calma”, con vagas promesas de un relajamiento del bloqueo a Gaza a través del paso de Rafah, en la frontera con Egipto.
Abierto en tiempos del presidente islamista egipcio Mohamed Morsi, el paso fue clausurado con la llegada del nuevo régimen de Abdel Fatah Al Sisi en julio de 2013, que después de varios atentados en el Sinaí acusó a Hamás de colaborar con el terrorismo yihadista y con los Hermanos Musulmanes.
El cierre de esa frontera y la posterior destrucción de cientos de túneles entre Gaza y el Sinaí por los que se aprovisionaba la Franja, terminó por asfixiar a Hamás, que ya afrontaba un férreo bloqueo israelí desde 2007.
“Con Al Sisi como presidente de Egipto, Israel no tiene el más mínimo problema con la apertura del paso de Rafah”, dijo a Efe un alto oficial del Ejército con responsabilidad sobre el abastecimiento a la Franja, dando a entender que su país confía en que el actual régimen impedirá el paso de armas a las milicias islamistas de Gaza.
No obstante, Crystal y otros comentaristas citados por los medios israelíes recuerdan que Egipto demanda para ello el despliegue en la frontera de las fuerzas de seguridad del presidente Abbas, una demanda a la que antes Hamás deberá dar su bendición.
Los dos grandes movimientos palestinos Al Fatah y Hamás habían alcanzado un acuerdo de reconciliación que estaba en vías de aplicación antes de la actual ofensiva, que en 19 días ha dejado 1.030 palestinos muertos, en su mayoría civiles, y 43 israelíes, 40 de ellos militares.
“No sabemos que pasará con la reconciliación”, afirma Crystal, para quien habrá que ver ahora si el brazo armado de Hamás acepta el retorno de las fuerzas de Abbas, a las que expulsó en 2007 en una revuelta armada de siete días.
Y es que la reconciliación palestina siempre ha sido más difícil de aplicar que de acordar, y después de 19 días de sangrienta ofensiva Hamás puede no estar dispuesto a que Abbas se lleve el crédito de abrir la Franja al mundo.
Una posibilidad a la que también Israel -cuyo territorio se interpone entre Gaza y Cisjordania- debe acceder, y para la que el primer ministro, Bejamín Netanyahu, debe “aceptar” a Abbas como “socio” para la paz, a decir de Crystal.
“Hay que reforzar a los moderados, es una oportunidad para restablecer la unión entre Gaza y Cisjordania”, apeló hoy la diputada del frente pacifista Meretz Zehava Galón para que su país deje que Abbas se haga responsable de la Franja con el apoyo de Egipto y de la comunidad internacional.
Una propuesta respaldada hace días por el jefe de la oposición y líder del Laborismo, Itzjak Herzog.
En su artículo de este fin de semana en el diario Yediot Aharonot, el columnista Alex Fishman recuerda que Egipto, a cambio de su mediación, exige a Israel reanudar las negociaciones de paz israelo-palestinas que se interrumpieron en abril.
“Un sapo” que Netanyahu deberá tragar por falta de alternativas, aunque sólo sea sobre el papel.
En cualquier circunstancia, advierte Crystal, “estamos lejos de un acuerdo estable” porque amarrar todos los cabos sueltos llevará tiempo y el Ejército israelí necesita al menos una semana más para demoler los 31 túneles que ha descubierto.
Además de para el control de fronteras, Israel también necesitará a Abbas para la desmilitarización de Gaza en un proceso que incluya la destrucción de cohetes y túneles, porque esta vez la alternativa de un pacto como el de 2012 sólo abriría la puerta a un nuevo y más sangriento enfrentamiento armado.