A pesar de tener 35 años en el sistema parlamentario, el PRD sigue sin entender la lógica legislativa: una cosa es que el partido y sus élites sólo dialoguen con el pueblo y con la historia y otra que hayan desaprovechado y sus bancadas sigan acumulando derrotas.
La toma de tribunas, el cerco al legislativo en cada votación y la carga de adjetivos insultantes en torno al cargo de traición a la patria sólo han revelado la impotencia del PRD frente al sistema de representación política.
Así, el PRD ha venido padeciendo el síndrome de toda izquierda: luchar contra el mundo… pero sin acumular votos. Y ha cometido recurrentemente el viejo error de la izquierda: aliarse consigo misma y no con otras fuerzas.
El PRD tuvo dos ventajas políticas: cuando promovió la formación del Pacto por México y las agendas de reformas con inclusión de propuestas perredistas, y en la primera fase de debate en comisiones del Senado de las leyes secundarias en telecomunicaciones. Ahí el PRD pudo meter reformas. Sólo que llegó Jesús Zambrano y su vieja escuela del Partido Comunista y la línea dura y el politburó y sacó al partido de las negociaciones votando en contra.
La falta de mayorías absolutas en las dos cámaras ha obligado a los partidos a las alianzas; y no hay más que dos viables para lograr el 51% de los votos en leyes: la de la primera minoría con otro partido (PRI más el PAN 65% o el PRD 63%) o la segunda y tercera minoría juntas contra la primera (57.5%: PAN, PRD y los chicos contra el PRI). Pero el PRD se alió consigo mismo en sus partiditos espejo: PT y Movimiento Ciudadano, para sumar 27%.
Y como sin mayoría no pudo frenar la alianza PRI-PAN, entonces el PRD se dedicó a provocar, insultar y condenar. Pero la política no es religión sino construcción de mayorías. Y ahora el PRD no sólo se quedó sin oportunidad de aliarse con el PRI o con el PAN para algunas reformas sino que en estos días se dividirá entre PRD y el partido de López Obrador.
Construida la mayoría PRI-PAN en comisiones, el pleno del periodo extraordinario será mero trámite. Muchos perredistas se enfurecen por no encontrar espacios de debates o de negociación en el pleno, pero las prácticas parlamentarias no son el altar de la historia.
En todo caso, por lo que respecta a las leyes energéticas, el PRD debiera reclamarle a López Obrador por separarse del partido para beneficio del PRI o a Cuauhtémoc Cárdenas por radicalizar su postura y plantear una línea de resistencia desde la historia de su padre y no a partir de los equilibrios políticos en el modelo de alianzas para toma de decisiones en el sistema de representación legislativa.
Paradójicamente, el PRD perdió de vista el origen histórico del PAN como partido opositor al Cárdenas de la expropiación petrolera, y también soslayó el hecho de que el PRI -pese a sus reformas ideológicas- tiene aún el chip del nacionalismo revolucionario y por tanto hubiera procedido una alianza para evitar la desarticulación total de la expropiación cardenista.
El sistema político actual carece de una fuerza como mayoría absoluta, por lo que no hay más camino que las alianzas. Y el PRD se conformó con la alianza con el PT y MC para sumar apenas 22% de votos en el Senado y 27% en la Cámara de Diputados. Frente a la dureza de las cifras que son votos y por tanto decisiones, los insultos perredistas sólo los han dejado pasar.
El PRD se preparó no para debatir las reformas sino para destruirlas. Y perdió. La expectativa de la consulta carece de posibilidades y para el proceso electoral legislativo de 2015 la reforma no dará para consolidar una bancada porque al final de cuentas el PRD no tendrá espacio ni tiempo para luchar contra el PRI ni contra las reformas sino que su principal contrincante será el partido de López Obrador.