Las visitas que se han realizado a la Luna han confirmado diferentes cosas: no está cubierta de vastos mares, no es un lugar habitable, no está hecha de queso y aún nos depara una sorpresa más a la lista: nuestro satélite natural no posee forma esférica.
En esta semana, científicos descifraron esta gran incógnita, 45 años después de que Neil Armstrong pisara la superficie lunar. El estudio realizado por Ian Garrick-Bethell, científico planetario de la Universidad de California, y dado a conocer en la publicación científica Nature, afirma que la Luna es ligeramente más aplastada de lo que pensábamos, asemeja la figura de un limón o un globo con agua.
A lo largo del estudio esta forma se atribuye a un proceso conocido como calentamiento de marea, por el cual las fuerzas orbitales entre la Tierra y la Luna causan fricción en el interior de la misma, provocando que la corteza de la superficie se expanda hacia el exterior en determinados lugares.
A medida que el satélite se fue alejando de nuestro planeta y redujo su velocidad de rotación, una de estas mareas se congeló, motivo por el cual ahora presenta una protuberancia permanente que hace que se asemeje al cítrico.
Para probar el descubrimiento, Garrick-Bethell y su equipo utilizaron un altímetro láser con el que han podido recrear mapas extremadamente precisos de la superficie lunar. Gracias a este método, han sido los primeros en obtener una imagen clara de la forma real de la Luna.