Casi como mensajes simbólicos, el PRD terminó la fase de reformas estructurales con tres mensajes:
1.- Si quiso ser irónico, sus flores por el funeral del general Lázaro Cárdenas se entendieron de otra manera: incapaz de defender el espíritu de la expropiación, el propio PRD estaba ya enterrando al expropiador del petróleo.
2.- En la coyuntura del debate cardenista en el congreso legislativo, los procedimientos internos del PRD respecto al padrón dejaron excluido a Cuauhtémoc Cárdenas y éste tuvo que entablar un juicio legal para recuperar su militancia. Al final quedó la duda si fue un traspié organizativo u… otra cosa.
3.- Y al final de cuentas, el gran aliado del PRI en las reformas no fue el PAN sino López Obrador. El tabasqueño tomó la bandera cardenista, obligó al PRD a abandonar negociaciones y salirse del Pacto para enfrentar al PRI, luego López Obrador desertó de la bandera petrolera y el PRD ya no pudo introducir reformas a las reformas y hubo de enfrentar sin éxito la alianza PRI-PAN. Por su origen priista, el PRD tenía la base nacionalista para acotar al PRI.
El PRI siempre tuvo claro que debía de tener un aliado para completar la mayoría absoluta de 51%: PAN o PRD. El PRD entendió los escenarios en noviembre de 2012 cuando impulsó el Pacto por México y una agenda de reformas, pero la presión de López Obrador lo llevó a romper el acuerdo. En cambio, el PAN vio con astucia maquiavélica que podía arrancarle al PRI concesiones en energía, telecomunicaciones y política electoral a cambio de sus votos y negoció la construcción de una mayoría.
El otro factor disruptor dentro del PRD fue Cuauhtémoc Cárdenas, quien se encontró ante la coyuntura histórica de la herencia política de su padre: la expropiación del petróleo. Y presionó también al PRD no tanto para negociar una modernización de la herencia cardenista sino para reventar la reforma priista. Así, el PRD de Los Chuchos quedó atrapado entre la pinza López Obrador-Cárdenas y se vio en la lógica de la economía cero: todo o nada. Dividido en tribus que buscan el menor pretexto para desplazar a Los Chuchos, el PRD pasó no a la oposición sino a la confrontación de proyectos.
Ahora el PRD se quedó sin reforma, con López Obrador jalando perredistas a su partido-movimiento, con Cárdenas buscando aisladamente firmas para una consulta que no será, amenazando con tumbar la reforma en el 2015 y con pérdida de porcentajes electorales en las próximas elecciones legislativas porque la coalición centro-neopopulismo-izquierda se dividirá en las urnas. Todo indica que Cárdenas no se saldrá del PRD pero tampoco colaborará con Los Chuchos ni con López Obrador. Y el partido quedó inmovilizado internamente por el frágil equilibrio entre las tribus.
Algunos expertos ven la declinación -que no muerte- del PRD: sin liderazgo político ni ideológico, paralizado por las tribus, zopiloteado por Marcelo Ebrard y López Obrador y dependiendo sólo del atractivo de las candidaturas a cargos de elección popular, el PRD no pudo impedir que las reformas estructurales hayan cambiado los marcos políticos de referencia: el nacionalismo no fue derrotado por el globalismo sino que careció de un discurso de defensa por parte del PRD y aliados.
El pragmatismo PRI-PAN demolió con facilidad los referentes históricos. Las reformas de Salinas encontraron un dique de contención en el EZLN, los nacionalistas de Colosio dentro del PRI, la fuerza social de medios críticos, el oposicionismo del PAN y la fractura del grupo salinista. Las reformas del 2012-2014 carecieron de contrapesos: el PRD fue opositor, no contrapeso.
El mensaje final de esta fase de modernización es claro: el país necesita una fuerza socialista de izquierda porque el PRD y López Obrador quedaron en ideologías molusco.