BAGDAD. El primer ministro de Irak, Nuri al Maliki, dejó de lado sus discrepancias con las autoridades de la región autónoma del Kurdistán y decidió brindarles apoyo militar para hacer frente a los yihadistas del Estado Islámico (EI), que se han extendido en el norte del país.
En calidad de comandante en jefe del Ejército, Al Maliki ordenó a los jefes de la Fuerza Aérea y de la Aviación del Ejército de Irak que proporcionen ayuda aérea a las tropas kurdas o “peshmergas” que están luchando contra el Estado Islámico.
El vocero militar, Qasem Ata, dijo en una rueda de prensa que las fuerzas iraquíes bombardearán a los yihadistas después de que estos obligaran a los kurdos a retirarse de distintas partes de la provincia de Nínive.
El EI tomó este domingo las localidades de Sinyar y Zumar, entre otras, así como los campos petrolíferos de Ain Zala y Batma, aproximándose cada vez más al límite con Siria, en un nuevo avance que se une a los cosechados desde que se hizo el pasado 10 de junio con la ciudad septentrional de Mosul, la segunda de Irak.
El vocero militar de las tropas kurdas, Yabar Yawar, aseguró que sus fuerzas retomaron el control de la vecina zona de Uana y que están rodeando Zumar para recuperarla.
“Estamos haciendo un progreso continuo para liberar esas áreas de los terroristas del Estado Islámico”, afirmó Yawar en un comunicado publicado en la web de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), liderada por el expresidente iraquí, Yalal Talabani.
Con ese mismo objetivo, el vocero destacó que reforzaron las tropas para lanzar una contraofensiva en Sinyar, de donde han huido unos 200 mil civiles, la mayoría de ellos de la minoría religiosa kurda yazidí.
En los alrededores de Sinyar y Zumar se registraron ayer fuertes enfrentamientos entre los insurgentes y hombres tribales apoyados por combatientes kurdos procedentes de Siria.
El Estado Islámico mantiene atrapadas a miles de familias de la minoría yazidí en las montañas de la zona tras expulsarlas de Sinyar.
Para luchar contra los yihadistas, Al Maliki ha optado por una cooperación militar con las autoridades del Kurdistán, con las que se había enfrentado desde el estallido de la crisis en junio debido a la ofensiva insurgente.
Ante la desbandada inicial de las fuerzas gubernamentales iraquíes, las tropas kurdas pasaron a controlar importantes zonas en disputa con el gobierno central de Bagdad como la ciudad petrolera de Kirkuk y otros yacimientos de crudo del norte del país.
Esas acciones causaron la indignación del gobierno de Al Maliki, que mantiene fuertes divergencias con los kurdos por cuestiones como la autonomía y la gestión de los recursos que ambas partes reclaman como propios.
En un agrio cruce de acusaciones, el presidente del Kurdistán, Masud Barzani, se mostró dispuesto a celebrar un referéndum sobre la independencia de la región y pidió la dimisión de Al Maliki por su responsabilidad en la actual crisis, mientras que el primer ministro acusó a los kurdos de acoger a yihadistas en su territorio.