Lo que no tiene cabida en la cotidianidad: la intimidad del cuerpo, hábitos solitarios, prácticas eróticas, sadomasoquismo y Shibari (práctica erótica nacida en Japón, basada en las ataduras del cuerpo), convergen en un espacio privado, en el foro del Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. En Revenge Porn. La invasión de la Privacidad se hace partícipe a la audiencia, que declara y escribe sus miedos, deseos y apreciaciones de las relaciones humanas en la piel de Bruno Ramri —creador y director—, quien encontró en una nota periodística sobre la agresión a las mujeres en la web y la explotación de su imagen erotizada, la pauta para desarrollar la idea del montaje.
A lo largo de la interpretación, Bruno expone que el cuerpo puede sufrir esta violencia debido a su valor social e identidad que se forman desde afuera. De ahí la importancia de la participación de los asistentes: la sociedad que configura la identidad.
El público se vuelve realmente público, ya que acciona y se apropia del espacio, no sólo del lugar, sino del cuerpo que está en escena. Es una experiencia catártica sobre la formación de comportamientos sociales, así como la adaptación a ellos.