LA PAZ. Evo Morales, para quien las elecciones del próximo 12 de octubre son las terceras como candidato, nunca ha mantenido un enfrentamiento dialéctico con otros aspirantes a la presidencia ni con los líderes de la oposición, y no parece que vaya a cambiar de opinión.

 
La semana pasada el mandatario despachó el asunto en una intervención pública: dijo que no tiene nada que hablar con sus contrincantes, los tildó de proimperialistas y los animó a debatir entre ellos, si gustan.

 

Para el politólogo Jorge Lazarte, que fue magistrado de la antigua Corte Nacional Electoral, hoy Tribunal Supremo Electoral (TSE), esta postura “tiene que ver con las inseguridades del presidente sobre sí mismo”, que vienen de las elecciones de los años 2002 y 2005.

 

 

“Fue aconsejado que no entrara en ningún debate para no salir malparado, porque estaba claro que en las primeras ocasiones tenía como rivales a gente profesionalmente mejor formada, sobre todo en economía”, señala Lazarte.

 

Esta táctica, explica, “era una forma de protegerlo” que con los años se ha convertido “en una regla” para Morales.

 

 

Según el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) Carlos Cordero, el mandatario se apega además a una regla de los estrategas de la mercadotecnia que establece que “en un debate, quien está en primer lugar (en las encuestas) tiene más que perder que ganar”.

 

 

Este paradigma, refiere el analista, se acentúa “en un candidato como Evo, que es una persona que pierde fácilmente el control de los escenarios”, por lo que para un oponente “sería muy fácil hacerle perder el control y que diga una frase que podría tener electoralmente un costo muy alto para él”.

 

 

“En una campaña no se gana tanto por los aciertos de los candidatos sino por los desaciertos y una de las características de toda la gestión de Morales es que a veces dice cosas muy inconvenientes”, sostiene Cordero.

 

 

Esta regla quedó demostrada en el penúltimo de los debates electorales que se celebró en Bolivia (2002), con los aspirantes presidenciales Manfred Reyes Villa, Gonzalo Sánchez de Lozada y Jaime Paz Zamora como protagonistas.

 

 

Reyes Villa lideraba las encuestas, pero el debate cambió las tornas y Sánchez de Lozada, hoy refugiado en Estados Unidos, ganó las elecciones.

 

 

Otra de las razones a juicio de Jorge Lazarte es el “desprecio” que Morales siente por los opositores.

 

 

“Los trata muy despectivamente y vive una suerte de endiosamiento. Varias veces ha insinuado que se piensa tan arriba que los demás no merecen discutir con él. Eso se ha acentuado mucho en los últimos años, su idea de que el mundo anda esperando su palabra”, considera el politólogo.

 

 

Sin embargo, para el candidato opositor Samuel Doria Medina, segundo en intención de voto en las encuestas, el asunto es más simple: Morales teme debatir porque una cosa es su discurso como gobernante y otra muy distinta la realidad de sus acciones.

 

 

Doria Medina, que lleva años pidiendo un debate con el mandatario, indica que Morales no tiene forma de explicar a la población por qué sigue habiendo pobreza en Bolivia a pesar de que en sus 9 años de gestión “ha recibido 146 mil millones de dólares” en ingresos estatales.

 

 

“¿Cómo va a explicar que no se ha invertido prácticamente nada en salud y educación, pero sí en hacer canchas de césped sintético? ¿Cómo explicar que después de luchar tanto contra la corrupción, su vicepresidente está involucrado en muchos casos?”, cuestiona el candidato.