No es exagerado decir, señalan los observadores, que Luis Videgaray Caso apunta para ser el único secretario de Hacienda, en la época de los regímenes sexenales, que se ha dado cuenta de que el abandonado y marginado campo es una bomba de tiempo, y que es urgente apoyar a ese sector, no con discursos, lemas, arengas y demagogia “revolucionaria”, sino con recursos financieros que permitan a campesinos comuneros y ejidatarios, y a pequeños y medianos propietarios productores, alcanzar los niveles de productividad y eficiencia a que tienen derecho.
Ya pasaron los tiempos de “reformas agrarias” de carácter político, que no lograron el objetivo de proporcionar bienestar a millones de familias que, hasta la fecha, apenas sobreviven en condiciones precarias y, en la mayoría de los casos en situación de pobreza, cuando no de miseria extrema y de hambre (de otra manera no existiría el programa federal “Cruzada Nacional Contra el Hambre”). Para un campo productivo y próspero se necesitan muchas cosas, pero la más importante es el financiamiento barato, oportuno e incluyente, reconoce Videgaray.
Si el secretario de Hacienda enfoca correctamente las baterías de la banca de desarrollo -fundamentalmente las acciones de la nueva Financiera Nacional de Desarrollo Agropecuario, Rural, Forestal y Pesquero, encabezada por Juan Carlos Cortés-, entonces nada impedirá que el campo cuente con recursos para dar el salto hacia adelante y dejar de ser el “patito feo” de las políticas públicas.
Un rápido vistazo a los hechos de los antecesores de Videgaray desde 1934, permite confirmar que ninguno de ellos se ocupó en serio, a fondo, con todos los recursos a su alcance, de sentar bases firmes y duraderas para que el campo saliera de su ancestral condición de abandono y olvido.
En el sexenio de Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940), hubo dos titulares de esa secretaría: Narciso Bassols (1934-1935) y Eduardo Suárez Aránzolo (1935-1940). En la administración de Manuel Ávila Camacho (1940-1946), Eduardo Suárez Aránzolo cubrió toda la ruta. Lo mismo ocurrió en el sexenio de Miguel Alemán Valdés (1946-1952), quien tuvo a Ramón Beteta Quintana como titular de las finanzas públicas.
Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) mantuvo a Antonio Carrillo Flores los seis años. Y Adolfo López Mateos (1958-1964) hizo lo mismo con Antonio Ortiz Mena. Gustavo Díaz Ordaz (1964- 1970) tuvo a Antonio Ortiz Mena, casi los seis años, y a Hugo B. Margáin unos cuantos meses. En la administración de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) pasaron tres secretarios: Hugo B. Margáin (1970-1973), José López Portillo (1973-1975) y Mario Ramón Beteta (1975-1976). José López Portillo (1976-1982) también necesitó tres: Julio Rodolfo Moctezuma Cid (1976-1977), David Ibarra Muñoz (1977-1982) y Jesús Silva Herzog Flores (1982). En el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988) desfilaron dos: Jesús Silva Herzog Flores (1982-1986) y Gustavo Petriccioli (1986-1988). Con Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), Pedro Aspe Armella cubrió todo el sexenio.
Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000) colocó a Jaime Serra Puche (28 días de 1994), a Guillermo Ortiz Martínez (1994-1998) y terminó con José Ángel Gurría Treviño (1998-2000).
En las administraciones panistas Vicente Fox Quesada (2000-2006) rescató a Francisco Gil Díaz por los seis años. Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) nombró a Agustín Carstens Carstens (2006-2009), Ernesto Cordero Arroyo (2009-2011) y a José Antonio Meade Kuribreña (2011-2012). Enrique Peña Nieto arrancó con Luis Videgaray Caso.
Algunos de los titulares de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público -muy poquitos- dejaron huella positiva en otras áreas de la vida nacional, pero no en el campo, simple y sencillamente porque el campo no era su campo; lo suyo, lo suyo, fueron los campos de golf, apuntan sus detractores.
Pronto veremos si Luis Videgaray Caso rompe la nefasta tradición de secretarios de Hacienda que colocaron los escritorios de sus respectivas oficinas de espaldas al campo.
Por lo pronto, en Guadalajara, Jalisco, en el marco del lanzamiento de la nueva Financiera Rural de Desarrollo, el presidente Enrique Peña anunció que esa institución otorgará financiamiento hasta de 230 mil pesos a los pequeños productores con tasas de interés de 7% al año. Confirmó lo que adelantamos en esta columna sobre plazos más largos para el financiamiento, hasta 15 años; menos requisitos y garantías reales -sólo la propia cosecha- y otros beneficios para los productores. Para todo esto y más, mucho más, la Nueva Financiera Rural otorgará este año financiamiento al campo mexicano por 44 mil millones de pesos.
Esta es la gran oportunidad de modernizar el campo mexicano, dijo el primer mandatario.