La cuarta emisión del ciclo de lecturas dramatizadas Theater Welt, cuyo fin es presentar —bajo la dirección de cinco directores mexicanos— a algunos de los autores contemporáneos más importantes de la escena teatral alemana, se celebró hace poco más de un mes (18 de junio -6 de julio) en el Teatro El Granero Xavier Rojas del Centro Cultural del Bosque.
Se sufre lo bueno y se sufre lo malo en “Testosterona”, un texto germánico de Rebekka Krincheldort incluido en este ciclo de lecturas dramatizadas.
Una obra de teatro pícara, divertida y amena, que prueba que el ser humano siempre está en busca de desarrollar un rol y una actitud, por lo que puede sufrir en cualquier condición y nivel socioeconómico. La puesta se enfoca en el género masculino, develando y cuestionando si realmente existe un ideal, pues como humanos, todos tenemos defectos.
Theaterwelt 2014 se caracterizó por albergar textos que tratan temas sociales y políticos. Y Testosterona es un claro ejemplo de ello.
La obra muestra un sistema social basado en estereotipos y niveles socioeconómicos, algo que no sólo sucede en México, sino también en países de primer mundo como Alemania. Si se tiene alguna duda sobre esto, todo es culpa del capitalismo, espetarían los personajes de la puesta a modo de burla y justificación.
Nos encontramos en una situación contrastante entre el modo de vida ideal y seguro de Barrio Bueno y la violencia, marginación y vulgaridad de Barrio Muy Muy Malo. Éstos se ven relacionados debido a que los “buenos” deciden ayudar y adoptan y “rehabilitan” a una prostituta, en un acto disfrazado de caridad y al mismo tiempo de humillación y exclusión. El padre de la sexoservidora, un mafioso, cobra venganza.
A partir de ahí, los personajes sufren alteraciones en sus sentimientos y status quo; dudan de sus ideas y otras veces justifican sus acciones influenciadas por películas deleznables, la educación, la religión, el gobierno, la infancia y un sinfín de aspectos que marcan las interacciones sociales; pero no representan toda la responsabilidad.
Justo la ruptura de esos aspectos puede hacer el cambio, como lo hace el señor Klemmer, patriarca de Barrio Bueno, quien decide recorrer el mundo sin darle cuentas a nadie, muestra de una voluntad propia y desafiante. También se ve el retorno al comportamiento inicial por parte de los demás personajes que puede representar el confort y la normalización.
La comedia —que se maneja con toques fársicos— es el mejor camino para contar esta historia universal; tanto así, que encaja a la medida de México. Si bien no se acerca a lo verosímil en el modo de pensar y actuar —exagerado— de los personajes, si lo hace en el contexto y entorno que se vive en realidad. Ridiculiza a las partes “jerarcas” y a las “oprimidas” de la sociedad contemporánea. Sus toques de humor, como los albures, humor negro, actitudes melodramáticas y sarcasmos, hacen que se contextualice y se entiendan a la perfección las partes risibles e irónicas que expone.
Un trabajo estupendo desde la dramaturgia y la dirección de Mariana Hartasánchez, quien supo elegir a sus actores y explotar sus recursos físicos y emocionales, pues hay mucho movimiento escénico a pesar de ser una lectura.
Los tiempos que conlleva el cambio de página y la colocación de la mirada no detienen el ritmo de la comedia, se mantienen. Los actores entran en tono y exponen la intención del diálogo, donde se antojaría que el oído escuchara esa armonía y se conjugara con los ojos que se distraen en el libreto.
Respecto a la música, los personajes entonan melodías acordes a la situación y el teclado en vivo, tocado por uno de ellos, ambienta las situaciones. El mutis no es necesario, el foco se identifica enseguida. El juego entre la iluminación, la utilización de proyección de video y el croma, lleva al público a lugares y momentos exteriores que se dan gracias a la digitalización de la escenografía —un recurso dado en el cine y que usualmente en el teatro está en la imaginación.
Sin duda, esta obra resulta innovadora y acertada en su montaje escénico.