Como la política hoy más que nunca es un juego de estrategias y no una propuesta ética, el PRD estaría apostando su resto a la consulta energética el día de las elecciones legislativas de julio del 2015.

 

Pero las cosas se le han ido complicando. Primero, por un hecho histórico: en agosto de 1867, el año de la restauración de la República, el presidente Benito Juárez convocó a elecciones para legitimar su presidencia pero al mismo tiempo coló en la votación una consulta que mal llamó plebiscito sobre cinco puntos de reforma constitucional de facto que tenían la intención de fortalecer al Ejecutivo frente al poder inmenso del Legislativo.

 

Juárez había gobernado en plena guerra civil y en medio de la invasión francesa con facultades extraordinarias que le concedió el Congreso y que ya en la institucionalización republicana se negaba a regresar. La intención de Juárez no fue entendida y su propuesta salió derrotada, aunque luego sus sucesores y hasta la Constitución de 1917 incluyeron las reformas en la Carta Magna.

 

Algo así quiere ahora el PRD con su consulta energética, sólo que al revés: quitarle facultades al Presidente y al congreso sobre reformas constitucionales sólo para salvar la figura histórica del presidente Lázaro Cárdenas.

 

Pero además de esos recuerdos históricos, hay otros hechos que se han atravesado en el camino del PRD:

 

1.- El PAN y el PRI han aprovechado el ánimo de la consulta para meter también en la elección de julio de 2015 consultas sobre el salario mínimo (panistas) y sobre los diputados plurinominales (priistas). Los dos temas, con todo y el plan con maña para diluir la energética, captaron de inmediato el interés de los ciudadanos.

 

2.- Y la necedad de López Obrador de escribir él solito la historia del futuro nacional con una consulta energética igualita a la del PRD pero sin fusionarla con la del PRD, a pesar de que decenas de sus intelectuales orgánicos e inorgánicos le suplicaron al tabasqueño que se entendiera con el PRD.

 

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Además de necedad, el fondo del capricho de López Obrador es el de la envidia: sabe que la consulta energética para rescatar la figura del presidente Cárdenas de muchas maneras proyectaría de nuevo la figura política de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, hijo de la historia.

 

Y ello lleva a aquella carta ingenua -para decir lo menos- que Elena Poniatowska le envió a Cárdenas en el 2006 criticándolo por su falta de apoyo a López Obrador en la campaña presidencial y dándole el argumento -casi en clave de categoría politológica- de que era envidia de Cárdenas a la popularidad de López Obrador. Poniatowska firmó la carta de la semana pasada a López Obrador pidiéndole fusionar consulta con el PRD. Y como el tabasqueño abanicó a sus (ex) intelectuales, no sería mala idea que Poniatowska pusiera en juego el estilo literario que le valió el Premio Cervantes para decirle a López Obrador que no sea envidioso.

 

Como las propuestas de consulta del PAN y del PRD sobre salario y plurinominales van en serio, entonces el votante en julio de 2015 tendrá frente a sí muchas boletas: diputados federales, plurinominales y estatales, de gobernador, de jefes delegacionales, y a ellas se agregarían tres boletas más de la consulta.

 

Y al PRD se le enredaría más la consulta porque su tema es complejo ante la reforma de muchos artículos constitucionales y muchas leyes secundarias con un embrollo que el votante de hecho nunca se interesó por el debate petrolero, en tanto que el PAN llevará a votar por el salario-hambre y el PRI por el castigo a los diputados que llegan sin hacer campaña y viven a ojos sociales como príncipes árabes de zonas petroleras del Medio Oriente.

 

Si no cohesiona su consulta y no genera argumentos para que la Corte Suprema la acepte, la consulta del PRD será un fracaso.