Luego de haber acusado a los priistas de traidores a la patria y de enviarlos al basurero de la historia, los perredistas regresaron a la serenidad y modositos pidieron el apoyo del PRI para colocar a dos perredistas en la presidencia de cada una de las cámaras.

 

Así, los traidores encumbraron a los patriotas, y ni quien se acuerde de los discursos incendiarios durante los debates de las leyes secundarias en telecomunicaciones y energía. Si los perredistas amenazaron con “nos vemos en las elecciones de 2015”, los priistas sólo dijeron: “nos vemos en la elección de presidentes de las cámaras”

 

El dato mayor, sin embargo, radica en la evidencia de la institucionalización política del PRD, al pasar de partido de conflictos, tomas de tribunas y zócalos llenos, a las reglas de la política donde mandan las mayorías. La institucionalización del PRD representa la consolidación de un verdadero sistema de partidos.

 

El enojo de López Obrador y su Partido Movimiento Regeneración Nacional radica justamente en la institucionalización del PRD y su amplio espectro legislativo de centro-progresismo-populismo-neopopulismo-izquierda, dejando aislados a los demás movimientos antisistémicos, rupturistas y de movilizaciones de masas. Así, el PRD disputará cargos públicos en las urnas, en tanto que López Obrador seguirá como grupo de presión consiguiendo posiciones por la presión en las calles y no por los votos.

 

La verdadera división en la coalición neopopulista no se define entre entreguistas y puros ni entre propeñistas y disidentes sino entre institucionales y agitadores. López Obrador busca aglutinar en su movimiento de protesta a los antisistémicos que nada quieren de la institucionalización y que su alcance se limita sólo a la protesta callejera.

 

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Mientras el PRD institucionalizado trata de definir un proyecto progresista alternativo, el partido-movimiento de López Obrador se agota en el grito de protesta, en el rencor de las frases en carteles o en el tuieterazo lopezobradorista de corto plazo, sin un proyecto real de gobierno.

 

En este contexto, el alcance del partido-movimiento de López Obrador será limitado en porcentaje de votos por la contradicción de su carácter antisistémico compitiendo con las reglas del sistema y por el enfoque anarquista de sus militantes y candidatos. Lo contradictorio se encuentra en el hecho de que como jefe de gobierno, López Obrador fue una joya de institucionalidad y que su furia antisistémica se asentó en su movilidad política después de haber sido derrotado dos veces en la lucha por la presidencia de la República.

 

El PRD en la presidencia de las dos cámaras mostrará su rostro institucional, dentro de las reglas del juego del sistema, con una ideología acomodaticia en el gelatinoso sector del progresismo más al centro-derecha que al centro-izquierda. Y la prueba de fuego del PRD institucionalizado será la participación protocolaria de los presidentes de las dos cámaras en algunas actividades del presidente de la República vinculadas a la reforma energética.

 

Lo que queda es que el PRD pase al centro político institucional y la izquierda antisistémica se reaglutine alrededor del partido-movimiento lopezobradorista pero con pocos espacios para participar en cargos públicos porque en cuanto lleguen a ellos se tendrán que ajustar a las reglas del juego del institucionalismo político.

 

La institucionalización del PRD, luego de 25 años de rebeldía antisistémica, regresó las aguas agitadas a la tranquilidad desde aquel 1988 electoral que el PRI hasta la fecha no había podido asimilar. Sólo falta que Cuauhtémoc Cárdenas acepte el paso histórico del PRD o de plano se tenga que afiliar al partido-movimiento antisistémico de López Obrador.