Llegó el tiempo de los cambios en el primer equipo de Enrique Peña Nieto, comentábamos el viernes pasado en este espacio. ¿Para qué los cambios? Preguntan los analistas políticos bisoños. Pues para entrar con mejores expectativas de éxito a la etapa que él ha denominado de “las reformas en acción”, respondían los observadores.

 

Hay que tener en cuenta, en primer lugar, que el objetivo inmediato de Enrique Peña Nieto es que su partido logre buenos resultados en las elecciones intermedias del primer domingo de junio de 2015. El proceso de la sucesión presidencial está todavía lejano en el tiempo, y las piezas políticas que participarán en esa despiadada guerra no han comenzado a acomodarse plenamente. O sea, primero el 2015 y después el 2018.

 

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Por eso, conviene no distraerse con la situación actual de los prematuros precandidatos presidenciales –Luis Videgaray y Miguel Osorio-, ni calcular el futuro de ellos y de otros protagonistas de la política nacional -Beltrones, por ejemplo- con la mira puesta únicamente en el 2018.

 

Cualquiera que sea el destino que Peña Nieto tenga reservado para el actual diputado federal Manlio Fabio Beltrones, tendrá que decidirlo en razón directa de lo que espera del político sonorense. Y lo más seguro es que lo que espera el presidente de la República esté conectado con la elección federal de 2015, y no con la sucesión presidencial.

 
Después de todo, mientras el presidente conserve el poder y el control político que ya tiene en estos momentos, está en condiciones de poner, quitar, mover y remover a sus piezas en el tablero de ajedrez exactamente como se le dé la gana.

 
Así que…

 
¿Beltrones al PRI? ¿Por qué no?

 
¿A Gobernación? ¿Por qué no?

 
¿A su casa? ¡No! ¿Y por qué no? ¡Porque un político desempleado hace más daño que un guerrillero!

 
En conclusión: lo verdaderamente importante para Enrique Peña Nieto es -aquí y ahora- que el PRI sea un partido ganador en 2015. Y luego hablamos.

 

 

Ayer por cierto, con motivo del inicio del tercer año de ejercicio de la LXII Legislatura, Manlio Fabio recordó que las reformas estructurales permiten remover obstáculos que por años nos impidieron crecer de forma acelerada y sostenida. La Energética, la de Competencia Económica, la de Telecomunicaciones, la Financiera y la Laboral; el fortalecimiento de la Hacienda pública y las nuevas normas e instituciones del Estado, también permiten normas en las reformas del Estado, para mejorar nuestras instituciones y nos permiten avanzar en las reformas al sistema de impartición de justicia y crear un sistema más transparente, expedito y eficiente. Con base en estos recursos públicos, también la reforma educativa deberá sentar las bases de transformación del sistema de enseñanza nacional en un esfuerzo que no admite titubeos ni retrocesos, ya que lo que está en juego es el futuro. Es que no hay nada más igualador que un empleo y educación de calidad.

 

Y remató: ¡Ahora es cuándo el ciudadano medio debe empezar a sentir el cambio en sus bolsillos, en su seguridad, en educación y salud de calidad!

 

Los analistas políticos bisoños que insiste en el tema de los “delfinatos” presidenciales, deberían tomar muy en cuenta que ya van dos veces en que Enrique Peña Nieto hace la misma declaración y con idénticas palabras: “El presidente de México no tiene amigos”. Si los integrantes del gabinete -en especial quienes se sienten “presidenciables”- han tomado nota de esa reiterada y contundente frase, tendrán que aceptar que su jefe no tendrá piedad cuando se vea en la necesidad política de darles las gracias y prescindir de sus valiosos servicios.

 
Sobre la posibilidad de que el “jefe de jefes” logre colarse al grupo de los “posibles”, para que eso suceda tendrían que suceder algunas cosas que parecen difíciles. En primer lugar, sería necesario que al presidente Peña Nieto se le cayera el arbolito donde ahora duermen los pavorreales, y que éstos recibieran cristiana sepultura. Después, sería casi imprescindible que Manlio Fabio Beltrones ocupe la cartera de Gobernación una vez que concluya su periodo como diputado federal. El puesto que ahora “pertenece” a Miguel Ángel Osorio Chong es la única posición dentro del gabinete que está a la altura de la estatura política de Beltrones. Ninguna otra Secretaría podría colocarlo en el arrancadero.

 
Por otra parte, sería indispensable que Peña Nieto sufriera la fractura o el derrumbe de su grupo político, grupo en el que no milita el ex gobernador de Sonora y ex de otros muchos puestos de primer nivel.

 
¿Habría alguna posibilidad de que sus adversarios -que son muchos- le perdonaran su condición de militante distinguido del viejo PRI del siglo XX, su inocultable personalidad de dinosaurio reciclado?

 
Hay que decir, sin embargo, que pocos políticos actuales pueden presumir de las credenciales que posee Beltrones. Casi habría que aceptar que en su partido no hay ninguno que tenga sus méritos en campaña, pero…