Sin tantos bombos ni platillos, en el Segundo Informe de Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto se anuncia que tendremos un nuevo aeropuerto en la Ciudad de México. No como la ridícula ampliación que se hizo en las administraciones panistas, sino uno de verdad, el más grande y moderno de América Latina. La inversión pública será de unos 120 mil millones de pesotes.
Para esta magna obra no se consultó a los patos, como lo hizo el secretario de Comunicaciones y Transportes de Vicente Fox, Pedro Cerisola. Tampoco se piensa construir en Atenco, Estado de México, donde se gestó uno de los episodios de resistencia social más graves para el gobierno federal del presidente Fox y para el estatal del gobernador Enrique Peña Nieto. Ahora las nuevas instalaciones estarán en la zona contigua del actual aeropuerto. No habrá necesidad de “ocupar la tierra”, ni indemnizar a nadie porque se entiende que los terrenos son propiedad federal.
El Gobierno de la República, con la participación de empresas altamente especializadas y de la Organización de Aviación Civil Internacional, ha realizado estudios aeronáuticos, hidrológicos, ambientales, de uso del suelo, de ingeniería y arquitectónicos, los cuales determinaron que el lugar más adecuado para establecer las nuevas instalaciones del Aeropuerto de la Ciudad de México se sitúan en la zona contigua del actual Aeropuerto, se informa en el documento.
Parece ser que los funcionarios de la SCT nada más desempolvaron los mencionados estudios, porque los mismos argumentos utilizados por Pedro Cerisola los plasmaron en el informe, apuntan los sospechosistas.
La construcción de este proyecto contribuirá, en primer término, a desarrollar económica y socialmente una de las regiones más densamente pobladas y con un alto grado de marginación, se subraya. Su desarrollo permitirá que surja un importante polo generador de empleos, de derrama económica y de nuevas oportunidades para la población de la región. ¿Desde cuándo los aeropuertos tienen que construirse en medio de barrios y colonias densamente pobladas?, preguntan los observadores.
Llama la atención que el gobierno federal, a través de la Secretaría de Comunicaciones haya puesto un proyecto de tal envergadura en manos de un grupo de ex funcionarios públicos que lo único que saben del tema es que en la primaria elaboraban los avioncitos de papel que aventaban en clase a sus compañeros, apuntan los malosos. Pero ellos nada más van a participar en el diseño, porque otros lo van a construir y el gobierno federal lo va a operar, responden sus defensores. Pues a ver si no se les hunden las pistas, reviran los catastrofistas.
¡Pues no sabrán nada de infraestructura aeroportuaria, pero son buenos para construir las escenografías que les ordene el Potemkim Purépecha!, exclaman quienes los conocen. Y también para los bussiness. Para estos menesteres ya les asignaron poco más de dos mil millones de pesos.
AGENDA PREVIA
Desbordado optimismo del Ejecutivo al referirse a las reformas estructurales, en particular a la de telecomunicaciones, pronto podría ponerse a prueba, tras conocerse la versión periodística en el sentido de que Telmex y la telefónica estadunidense AT&T estarían por sellar un acuerdo que echaría por la borda el cambio en ese sector.
Y es que a pesar de que el presidente Enrique Peña destacó en su mensaje el fomento al desarrollo y la competencia en las telecomunicaciones, lo cierto es que este esfuerzo podría convertirse en un retroceso si, como todo apunta, Telmex y AT&T simulan un acuerdo, a través del cual la primera le vendería a su ex socio parte de los activos de la empresa, a fin de dejar de ser agente preponderante. Esto significaría que la empresa de uno de los hombres más ricos del mundo libraría todas las regulaciones impuestas por el IFT, pero en el fondo y con el apoyo de su aliado AT&T seguiría teniendo el dominio completo de ese sector.
Lo peor es que el denominado “Proyecto Sunrise”, según ha trascendido, cuenta ya con el visto bueno de las autoridades del sector, lo cual resulta muy grave, porque finalmente se estaría poniendo en entredicho la palabra empeñada del Presidente de la República.
▀ Ahora si Barack Obama y Miguel Ángel Mancera encontraron una agenda común en sus respectivas trincheras: fortalecer al salario mínimo. Por un lado el presidente estadunidense le ha comenzado a dar la vuelta en el Congreso a los republicanos, quienes han frenado su propuesta de aumentar los salarios mínimos, y de manera local 13 estados y el distrito de Columbia han autorizado iniciativas para elevarlos. En México, el jefe de Gobierno tiene bajo el brazo su “Política de recuperación de los salarios mínimos en México y el Distrito Federal”, Propuesta para un Acuerdo, con la que da razones suficientes para que en 2015 el salario se vuelva más competitivo al pasar de 67.29 pesos diarios a 82.86 pesos.