El 2 de septiembre se convertirá en la segunda fecha imborrable para el presidente Peña Nieto. Si el 20 de julio, sus familiares, amigos y políticos le festejan su cumpleaños, el 2 de septiembre de cada año, él se encargará de festejar a las reformas que le ayudaron a resolver el acertijo político más complejo de la corta vida de la democracia contemporánea mexicana: “negociación entre partidos después de la era López Obrador”.

 

En efecto, lo de ayer fue su festejo.

 

Bajo la hipótesis temporal, su discurso pudo haber abarcado el quinto o sexto informe de su gobierno; su narrativa dibujaba una especie de largo pasado. Prueba fehaciente de que el presidente Peña Nieto intentó realizar su propia mutación hacia una atmósfera reformista. Llegarán los matices, pero ayer no había lugar para los aguafiestas.

 

En 88 minutos que duró su mensaje, la palabra “reforma” se escuchó, al menos, en 56 ocasiones; es decir, en promedio, cada 90 segundos las reformas se hacían presentes en el patio central del Palacio Nacional. Y se sabe que bajo ambientes festivos, no existen interpelaciones pero sí ovaciones. Los aplausos lo interrumpieron en 21 ocasiones, y obvio, como preámbulo y final, dos sesiones de aplausos más. Veintitrés sesiones de aplausos para las 11 reformas. En el momento en el que anunció la construcción de un nuevo aeropuerto internacional, los decibles festivos alcanzaron el techo del Palacio.

 

Semiótica opositora

 

En la semiótica se esconden los significados, y en la retórica los mitos. Miguel Barbosa y Silvano Aureoles parecían escoltar al presidente; ambos agregaron el único componente protagónico de la oposición durante el evento. Ambos le aplaudieron al presidente; ambos lo abrazaron. Sucesos que no deberían de sorprender bajo contextos democráticos. Pero la retórica obliga, fue sorpresa. El PRD avanza pero a un costo de división elevado. La suma de las izquierdas ya no conforma a una gran izquierda.

 

Las figuras del PAN escasean. Ya no son protagonistas. Gustavo Madero inauguró su segundo periodo como presidente amputado de credibilidad. Sin mencionarlo, el presidente Peña le agradeció, al igual que a los perredistas, su papeles estelares en el “Pacto por México”. En el juego de los complementos, los éxitos de unos pocos representan el fracaso de muchos. El tactismo del presidente Peña se convirtió en el ingrediente esencial de las reformas.

 

El big data

 

Al parecer, no es importante que en la era del tiempo real los informes anuales suelan ser redundantes. Lo meritorio se relaciona con la acumulación de datos. El presidente Peña presentó los resultados a través de los ya famosos cinco ejes: Los Méxicos próspero y global, en las antípodas: al primero le dedicó el 43% del tiempo mientras que al segundo sólo el 3.7%. Los resultados del eje educativo los presentó en 11 minutos; la lluvia de datos sobre seguridad: 18 minutos, y el México incluyente, 12.

 

En 88 minutos no hay mente humana que logre contextualizar la acumulación de datos: ¿Cómo interpretar la cifra de medio millón de actividades culturales en el país durante un año? Medio millón de pesos es una cifra elevada para el ingreso promedio, pero, para un país con la dimensión de México, medio millón de eventos culturales, ¿es una cifra elevada o pobre?

 

Quién mejor que el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, para interpretar el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB). Las palabras “crecimiento económico” eran necesarias para redondear el eje de México próspero: en julio el PIB creció 3.7% respecto al mismo periodo del año pasado. Las mediciones, al deconstruirse en tiempo real, pueden mostrar signo positivo.

 

Nuevamente el tactismo apareció. El presidente reconoció el costo del ánimo social de la reforma fiscal pero inmediatamente después describió sus planes de desarrollo tangibles: los que impactan, del aeropuerto a las carreteras; de las ampliaciones del Metro al renacimiento de los trenes de pasajeros.

 

Del Just do it! a ¡Prospera!

 

No es difícil pensar que Santiago Levy, en su tiempo libre, elabore pronósticos sobre los rebautizos de su idea original: Progresa. Josefina Vázquez Mota lo llamó Oportunidades, y a Rosario Robles le tocará gestionar las reglas de operación de Prospera. Los rasgos del programa social ingresan en una espiral ascendente. Ahora, mencionó el presidente, también incluirá becas universitarias, ahorro, seguro, crédito y acceso a 15 programas productivos. Todo empaquetado.

 

Cada administración desde dejar su huella de creatividad en los nombres. En el siglo pasado proliferó la obsesión de los servidores públicos por los acrónimos; desde que Nike lanzó a Jordan al estrellato publicitario a través del Just do it! existe una tendencia por bautizar a los programas sociales a través de una porra. La generación X, adormecida, despertó al ver el salto de Jordan; Prospera lo explicará al detalle Rosario Robles muy pronto.

 

México se mueve y los coches lo detienen

 

Si del Just do it! surgía un movimiento trepidatorio, el México de hoy se mueve hacia los ejes temáticos del presidente Peña Nieto. Así se despidió ayer. México se mueve hacia la paz, la inclusión, prosperidad, educación y responsabilidad global. Todo un “cambio cultural”, remató el presidente. El presidente que prospera con el big data.

 

Afuera de Palacio Nacional, el México real; el de los valet parking que evitan el pago del parquímetro. Héctor de Mauleón tuiteó lo siguiente: “Los autos estacionados en la Plaza de la Constitución son el retrato exacto de la conciencia cívica de la clase política mexicana”.