Figura estratégica de la hotelería, el concierge se ha perfilado a través de las décadas como ejemplo de savoir faire, tacto y extraordinario conocimiento de su país y, en particular, de su ciudad de residencia, con la capacidad de resolver los más extraordinarios retos planteados por una clientela exigente que aspira a la mejor atención.
Desde principios del siglo XX, la figura del concierge definió algunos de los más altos estándares del servicio en su rubro a partir del desarrollo de todo un esquema de atención que fue reflejo de prestigio y calidad en los hoteles de grandes ciudades como Nueva York, París o Londres.
Reservaciones en teatros, restaurantes; alquiler de autos, sugerencias de tiendas de moda y mucho más ha sido parte esencial del esquema de atención e información que ha brindado este personaje, cuya historia se remonta a tiempos medievales y más atrás, pero que cobró la identidad que actualmente distinguimos en el siglo XVIII, con la caída de algunas monarquías y el fortalecimiento de la burguesía. Es entonces cuando el refinamiento de cocineros y mayordomos sale de los palacios y se convierte en parte del engranaje de restaurantes y hoteles.