La foto de los dos presidentes perredistas del Congreso aplaudiendo al presidente Enrique Peña Nieto el martes en Palacio Nacional, amén de los calificativos de “histórica”, “inédita” y “signo de los nuevos tiempos” que le endilgaron analistas y voces del oficialismo, desató ayer un debate entre los grupos de la dividida izquierda mexicana. Junto con esa imagen, la del jefe de Gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera, avalando el proyecto federal para construir el nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, desataron las críticas de algunos sectores de la izquierda que interpretan el colaboracionismo de Los Chuchos y la cercanía de Mancera con el Presidente como “actos de traición”.
Ayer en San Lázaro se dio la primer expresión pública de ese debate cuando, en la presentación de su libro Las Reformas Estructurales, el diputado Ricardo Monreal, coordinador del Movimiento Ciudadano, cuestionó que la presencia de los dos congresistas del PRD, Silvano Aureoles y Miguel Barbosa, junto a Peña Nieto fue sólo la de “una parte de la izquierda”.
En presencia de Silvano Aureoles, que asistió al evento, el coordinador del MC agregó “no se puede ser de izquierda y de un poquito de derecha” y planteó dos preguntas en el debate: ¿Cuál es la mejor estrategia para la izquierda en este momento, colaborar o resistir, dirigir el Congreso o dirigir el país? ¿Qué va a pasar si la Suprema Corte rechaza la validez y la viabilidad de la Consulta Nacional sobre la Reforma Energética, quién va a asumir el costo? Aun con eso, ¿seguirá el colaboracionismo de una parte de la izquierda con el gobierno?
El mensaje del diputado Monreal tuvo respuesta inmediata del perredista, quien primero expresó sus coincidencias con la visión de Monreal. Sin embargo, Aureoles explicó que su presencia, junto con la de Barbosa en Palacio Nacional tenía que ver con “las coincidencias que tenemos con algunas reformas de Peña Nieto”, aunque aclaró que no coinciden con el presidente es en la reforma energética.
El otro frente de debate en la izquierda mexicana se desató por los proyectos e inversiones millonarias anunciadas por Peña Nieto en su Segundo Informe y el aval que les dio, en forma y fondo, el jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera. Fue su antecesor, Marcelo Ebrard, quien ayer en varios medios cuestionó las inversiones federales y, sin mencionarlo por su nombre, deslizó también duras críticas a Mancera: “Es el tono del presidencialismo antiguo mexicano (…) Para Presidencia el DF es un lugar en el que quien gobierna y quien toma las decisiones es el Presidente”, dijo Ebrard.
Pero Mancera fue más que explícito en su apoyo a las obras anunciadas y ayer, tras acompañar a Peña Nieto en la presentación del proyecto del nuevo Aeropuerto, defendió abiertamente en redes sociales los proyectos federales con el argumento de que traerán beneficios a los capitalinos: “Con la puesta en marcha de las nuevas instalaciones aeroportuarias reforzaremos la actividad turística en CDMX y el país”, expresó.
Al final lo que asomaba ayer es que la distancia entre las dos facciones de la izquierda mexicana, la dialoguista y colaboracionista, representada por el PRD, y la social y oposicionista, que representan Andrés Manuel López Obrador, Morena y sus satélites del MC y PT, se ahonda cada vez más. La pregunta es ¿quién gana con una izquierda dividida y enfrentada? Y la respuesta es obvia.
NOTAS INDISCRETAS… El nuevo escándalo en puerta en el PAN apunta al polémico líder de la bancada panista en el Senado, Jorge Luis Preciado. Ayer el colimense fue acusado por dos de sus senadores, los calderonistas Francisco Domínguez y Martín Ortiz de intentar sobornarlos y de invitarlos a “fiestas con prostitutas”. Si a eso se suma la reciente publicación de un “castillo” que se construía en Colima y los señalamientos sobre una asesora suya, la colombiana Mónica Chaparro, a quien acusan de ser su recomendada, está claro que Preciado está en la mira. Y más que Preciado, que es un simple alfil, sobre el que van es sobre Gustavo Madero… Los dados mandan Serpiente. Mal tiro.