Entre especialistas del sector telecomunicaciones llamó ayer poderosamente la atención el mensaje del empresario Germán Larrea, quien al parecer en medio del desastre ecológico en Sonora y de las personas y los cultivos afectados, encontró tiempo para anunciar que participará en la licitación por las nuevas cadenas de televisión.

 

La extrañeza viene de lo incongruente que resultará el hecho de que un miembro del Consejo de Administración del agente económico declarado como preponderante en el sector de la radiodifusión, por parte del Instituto Federal de Telecomunicaciones, con toda la información que eso conlleva, acuda a tal licitación.

 

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La presencia de Larrea derivará en una cascada de litigios iniciados por inversionistas que encontrarán ventajosa dicha postulación, y a fin de cuentas todo ello acabará por enturbiar un proceso que debería ser transparente y ágil para apurar las condiciones de competencia prometidas en la reforma constitucional en la materia, apuntan los expertos.

 

Es posible que lo que en realidad busque el empresario minero sea precisamente entorpecer la entrada en operación de los nuevos canales, o incluso que lo esté tomando como terapia ocupacional en lo que alguien limpia los ríos contaminados, porque de otro modo no se entiende esa jugada.

 

¡Nada fácil vendrá la conducción de esta licitación para los comisionados del IFT!

 

AGENDA PREVIA

 

Un asiduo lector -eso dice él-, manda unas cuantas líneas comentando la columna del martes:

 

Los jóvenes estudiantes miembros de familias beneficiarias de Prospera tendrán prioridad para recibir becas e inscribirse en instituciones de educación superior. ¡Ah, caray! ¿Entonces los jóvenes jodidos recibirán distinto trato a los que no estén incorporados a Prospera? ¿Las becas que reciban no las ganarán por méritos académicos y su ingreso a las universidades no será mediante rigurosa prueba de admisión? ¿Y cómo le hará el gobierno para dar cabida en las universidades públicas a los afiliados a Prospera, si el número de rechazados es cada vez mayor en instituciones como la UNAM o el IPN? ¿Van a becarlos a la Ibero, a la Anáhuac, al ITAM o a las Academias Patrulla?

 
Además, como una de las promesas de Prospera es incorporar a los jóvenes miembros de ese programa al mercado de trabajo con empleos bien remunerados, se vale preguntar: ¿Dónde están esos cientos de miles de plazas laborales vacantes?

 
Y remata: Pronasol, Progresa y Oportunidades fracasaron estrepitosamente, pero al menos no mintieron en sus objetivos y no ofrecieron lo que no podían cumplir. En cambio, Prospera está prometiendo el paraíso terrenal, y lo más seguro es que no podrá cumplir sus promesas. ¿O alguien quiere apostar?

 

Momentico, momentico, pareció responderle la titular de la Secretaría de Desarrollo Social, Rosario Robles, quien participó en el Congreso de Programas Innovadores para Mejorar la Calidad de Vida (que se celebra en Guanajuato), donde dijo:

 

Prospera no es un simple cambio de nombre, representa un cambio sustancial a la operación de programas de transferencias monetarias. Con él se ha dado un salto a partir de dos principios fundamentales: Sentar las bases de un mayor crecimiento económico, porque generar empleos, generar riqueza, es la mejor forma de romper la pobreza, y lograr la inclusión financiera para que las 6.1 millones de familias que reciben transferencias monetarias puedan acceder a créditos con tasas de 9.9% anuales y a esquemas de fomento al ahorro, y la inclusión productiva.

 

Y explicó que “la política social de nueva generación del presidente Enrique Peña Nieto se basa en aspectos fundamentales como rebasar la visión asistencialista y generar una dinámica de combate a la pobreza y a la desigualdad a partir de la inclusión social, fomentar la autonomía y la capacidad individual para que las personas decidan libremente y con dignidad cómo salir de sus condiciones de pobreza y promover una amplia participación comunitaria y ciudadana en la puesta en marcha de las diversas políticas sociales.

 

¡Apuéstenle, apuéstenle!