El programa de La Voz… México es un buen show, pero para los coaches. El público se divierte viendo interactuar a Ricky Martin, Yuri, Laura Pausini y Julión Álvarez, quienes se arrebatan la palabra, aunque aún no tienen la complicidad que tenían los anteriores coaches en las otras temporadas.
Siento que es innecesaria la lucha de egos, pues Ricky es intenso, se para y baila y besa a las concursantes con tal de sobresalir; todos hablan y los cuatro buscan llamar la atención con frases como: “Yo con todo respeto… pero…”, “mi carrera también es larga”, “yo te llevo a mi gira”, “yo te daré lo mejor”… en fin, puro “yo, yo, yo”, y eso que hablando de yoyos no está Adal Ramones.
El problema es que la materia prima del programa son los concursantes y justo ellos siempre quedan en segundo plano, cantan lindo y tienen buenas voces, pero no pasará nada más aunque tengan todo para triunfar; no hay premio, más que estar en el programa durante ocho semanas. No les dan dinero, ni contrato con una disquera. En pocas palabras: no importa en qué lugar queden, pues lo único que ganan es estar al aire.
Por eso no entiendo a Natalia Sosa, quien ya tiene una carrera en México, que en su ámbito es reconocida y respetada por su talento y entra a La Voz para empezar desde cero y triunfar después de 20 años a nivel comercial. Bien se ve que no ha visto los programas anteriores, pues su objetivo no se apega a la realidad.
Los coaches usan al programa para mantenerse vigentes, para anunciar sus fechas y cobrar muy caro, pero de su trabajo con los alumnos no hay futuro.
Sin duda, el que más ganó fue Gerry Bazúa, quien se quedó con la Chica Dorada y hasta hoy mantiene un romance con Paulina Rubio.
Otra de las chicas que destacó ligeramente fue Alejandra Orozco, quien grabó temas para telenovelas.
La intención de estos realities es lanzar nuevos talentos y apoyarlos, pero en medio del espectáculo esto queda en el olvido y es más divertido ver la rivalidad y el juego entre los coaches, sus atuendos y sus frases célebres, cómo la pasan en los camerinos y cómo se ríen de sus chistes… pero de los participantes mejor ni hablamos, porque queda claro que no cuentan.
Hay más… pero hasta ahí les cuento