Al gobernador de Sonora, Guillermo Padrés Elías (PAN), se le está cayendo el mundo encima: o mejor, el gobierno federal ya se le echó encima y no le va a ser fácil salir bien librado de una avalancha de poder mal entendido que él mismo –por sus errores políticos y su arrogancia y sus intereses personales–, propició.
Tan fácil que hubiera sido que a principios de agosto, cuando ocurrió el derrame de 40 mil metros cúbicos de sulfato de cobre ácido en el Río Sonora y que afectó a 24 mil personas en 7 municipios sonorenses, se fajara los pantalones y pusiera en orden a la empresa minera Grupo México enviando una señala a los sonorenses de que estaba con ellos. Pero no.
El gobierno del estado dejó pasar tiempo valioso para la recuperación y poco a poco el problema que era medio ambiental se transformó en uno social y de ahí a lo político.
Los delegados federales de Semarnat, Profepa, Conagua (y su Comité de Atención a la Emergencia por el Derrame Tóxico) hicieron observaciones críticas a la actitud del gobierno estatal por el famoso derrame peligroso. Sobre todo porque Sonora es un estado que se caracteriza por lo desértico y porque el agua tan limitada como es la que hay ahí es vital para la sobrevivencia y para la producción alimentaria y ganadera.
Aun así, el tema central era el del daño que ocasionó a Sonora la Minera México y la búsqueda de soluciones prontas y eficientes. Padrés a regañadientes actuaba, su gabinete consecuente quedaba a la expectativa. La información que llegó al gobierno federal era en ese sentido: lentitud y casi negligencia de gobierno frente a un problema grave.
Pero lo peor vino cuando se filtró a Televisa que mientras que los sonorenses se debatían en el problema y cómo conseguir que el río se limpiara pronto y que la empresa minera pagara los daños, el mismo gobernador del estado, Guillermo Padrés, tenía una presa con agua limpia, la que habría mandado a construir entre 2010 y 2012 para uso de su rancho Pozo Nuevo y para regar 700 hectáreas de nogal y otros, de su propiedad particular…
Naturalmente, el gobernador trasladó el problema de contaminación y de litigio por los daños entre el gobierno y la empresa, a un problema político; porque al conocerse la noticia y al saber él mismo cómo se había filtrado, indignado el 10 de septiembre expulsó de Sonora a los representantes federales, acusándolos de actuar en su contra y en tono político…
Su indignación lo llevó a retar al poder federal en estas personas. No midió las consecuencias porque de inmediato el gobierno federal se lanzó con todo para mostrarle todo su poder y toda su indignación. Para empezar le instruyeron a que “se condujera” como es debido en un asunto que le es propio a la autoridad presidencial, la de los delegados federales en la entidad…
Y le sacaron los trapitos al sol: El mismo 10 de septiembre, David Korenfeld, titular de la Comisión Nacional del Agua inició un procedimiento administrativo para verificar si la represa que se encuentra dentro de una propiedad del gobernador, en el municipio de Bacanuchi, “se encuentra dentro de la legalidad y sobre todo si afecta o no el suministro de agua para los habitantes de la región.” El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong le cerró la puerta en la nariz al cancelarle una reunión…y…
Y de ahí en adelante la señal del gobierno federal es que, en lo que se refiere a la relación estados y gobierno federal, los gobernadores estatales no se deben andar con chiquitas, sobre todo si éstos son de partidos políticos que no son PRI, como es el caso de Sonora. Para ellos todo la fuerza de la federación, que para eso somos una República, que se dice.
Pero lo sorprendente del caso es que esa misma fortaleza federal para “poner en orden” a un gobernador respondón y aprovechado, no ocurre en el caso de Oaxaca, en donde un gobernador, Gabino Cué, que llegó mediante una alianza entre PRD-PAN… ha decidido seguir por su propia cuenta los dictados de su conciencia, que es decir, de la sección XXII de la CNTE, que asola a los oaxaqueños y que no los deja vivir ni en paz ni educados.
A los mil y un llamados de atención de formas que van desde la “pusilanimidad” que le cantara el secretario de Educación, Emilio Chuayffet, hasta la advertencia de la desaparición de poderes o la inconstitucionalidad de sus acciones en caso de impulsar una reforma educativa que no armoniza con la federal, el gobernador oaxaqueño mira hacia otro lado…
Dice el señor Cué que se siente bien y que los oaxaqueños le aplauden sus acciones de gobierno al paso. Lo cierto es que mientras que él y su gabinete se aplauden y hacen cuentas de pérdidas o ganancias, los oaxaqueños viven uno de los momentos más tristes de su historia contemporánea. O lo que es lo mismo, “estábamos mejor cuando estábamos peor” se dice ahí.
Falta de producción, falta de empleo, falta de educación escolar, falta de ingresos para la inversión, falta de diseños estratégicos para el crecimiento económico y social, falta de sentido político, falta de sensibilidad ante la migración creciente… Oaxaca hoy es una fotografía en sepia.
La fuerza de la federación no opera con la vitalidad, prontitud y garra en Oaxaca, como en Sonora. ¿Por qué? ¿Por qué el envío de tropas y gendarmería a hacer un paso redoblado en tierra oaxaqueña y dejarse ir a Chiapas en donde la feria tiene menores dimensiones?
¿Por qué el gobierno federal ‘se preocupa’ más por los sonorenses que por los oaxaqueños?
Sonora y Oaxaca, son exactamente la misma responsabilidad tanto federal como estatal. ¿Hay alguna diferencia entonces? Pues sí. Evidentemente la hay. El gobierno de Enrique Peña Nieto tiene su propia agenda y sus propios intereses de gobierno: Oaxaca no está incluida.