Amigos, sé que desataron una guerra en Facebook y Twitter la semana pasada. Están indignados porque a muchos de sus amigos, o que consideraban sus amigos, no nos gusta Bono, ni su música, ni su pose, ni sus palabras bomba para conseguir más fans de tierno corazón. Aclaro, y muchos de ustedes lo saben: odio a U2, no lo tolero ni regalado. Se me hace una de esas muchas bandas que se incrustó en el corazón de las masas hambrientas de sonidos que no tenían acceso a tiendas de discos y nutrían sus necesidades pura y absolutamente con Rock 101, WFM y los cassettes del vecino que escuchaba a (qué horror) U2 en su caribe “arreglada” (o “tuneada”, dirán ahora). Guácala. Ustedes lo saben, las canciones de esa banda me producen nauseas, igual que The Beatles. El punto es que esta semana U2 volvió a sonar por todas partes, al menos por donde me movía en la Ciudad de México, qué raro. En la redacción de mi revista, en el camión, cerca del Metro, en las estaciones de radio en la mañana y en la noche. Sentí que volvía al pasado. Pero no, todo se trató de Apple.

 

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Como habíamos adelantado, se llevó a cabo la presentación del iPhone 6 y del smartwatch de la empresa de la manzanita. Como siempre, la conferencia de prensa causó un gran ruido en todo el mundo, y más al ser coronada con la música en vivo de U2 y descargas gratis de sus canciones.

 

Dejando de lado el ruido mediático y el impacto social que causó la reaparición de las estrellas del mainstream al lado de Tim Cook, hay que destacar que sí se presentó un teléfono más grande y un reloj inteligente. Los medios que tuvieron la fortuna de estar presentes en el lanzamiento, como buenos fans de la marca, desataron el deseo con sus crónicas, fotos y videos. Se ven increíbles.

 

Pero yo, otra vez de amargado, reitero que no me hace falta un teléfono más grande. Lo he dicho una y otra vez cuando veo esas cosas llamadas phablets que inventó Samsung y que hoy todo el mundo pega a su oreja con mucho orgullo.

 

Sigo creyendo en lo que creía Steve Jobs de este tipo de productos, demasiado grande para ser smartphone y demasiado pequeño para ser iPad.

 

A finales de 2010 escribí acerca de una conferencia de prensa de Apple, en donde frenéticamente su líder hablaba de la competencia que venía en el terreno de las tablets, categoría que ellos llevaron a ser objeto de masas.

 

“Quiero comentar acerca de la avalancha de tablets que están listas para entrar al mercado en los próximos meses”, dijo Jobs. “Primero, parece que sólo hay una pequeña porción de entradas de respeto, no exactamente una avalancha”.

 

Casi todas tienen pantallas de siete pulgadas, mientras que la iPad casi 10 pulgadas. Por ahí comienza: “Uno naturalmente piensa que una pantalla de siete pulgadas ofrecerá 70% de los beneficios de una pantalla de 10 pulgadas. Desafortunadamente, eso está lejos de la verdad. Las medidas de la pantalla son diagonales, una línea a la mitad de la pantalla hacia abajo, entonces una pantalla de siete pulgadas es solamente 45% del tamaño de una iPad de 10 pulgadas. Me escucharon bien: simplemente 45% del tamaño”.

 

Y continuaba: “Ese tamaño no es suficiente para crear grandes aplicaciones para tablet, en nuestra opinión”.

 

De acuerdo con Jobs, Apple había hecho muchas pruebas, durante años, para entender el producto.

 

La lógica de Jobs también decía que cada usuario de tablet es también un usuario de smartphone. “Ninguna tablet puede competir con la movilidad de un smartphone. Es fácil de encajar en tu bolsillo o bolsa de mano. Un teléfono no obstruye cuando lo usas en medio de una muchedumbre”.

 

Es demasiado grande para competir con un smartphone y demasiado pequeña para competir con un iPad, aseguraba Jobs. (Hago un paréntesis para recordar que en esa categoría se instaló Samsung y ahora es considerada la empresa que logró sacar a Apple de su zona de confort).

 

Nuestros potenciales competidores, auguraba Jobs sin quererlo, tendrán tiempos difíciles al tratar de competir con el precio del iPad, aún con sus muy pequeñas y muy baratas pantallas.

 

El iPad, decía, incorpora todo lo que aprendimos acerca de los productos de alto valor, desde iPhones, iPods y Macs.

 

“Creamos nuestro propio chip A4, nuestro propio software, nuestra propia química para la batería, nuestro propio empaque, nuestro propio todo”.​Estas son algunas de las razones por las que Steve Jobs decía que las tablets de siete pulgadas no eran competencia para su iPad. “Estarán DOA, Dead on Arrival”, o muertas al llegar, aseguraba. “Sus fabricantes aprenderán la dolorosa lección de que sus tablets son muy pequeñas, e incrementarán su tamaño al año siguiente, por lo tanto abandonarán a sus clientes y desarrolladores en el vagón de las siete pulgadas con un producto huérfano. Suena como que viene mucha diversión”, dijo Jobs.

 

Pero con la llegada de Tim Cook, parece que los que se están riendo mucho son los coreanos de Samsung. Ya sacaron una iPad mini, que probablemente hizo a Jobs revolcarse en su tumba. Y esta semana, anunciaron el iPhone 6 y el iPhone 6 Plus. El 5S tiene una pantalla de 4 pulgadas; el 6, de 4.7 pulgadas, y el 6 Plus, 5.5 pulgadas.

 

Amigos, si quiero comprar un nuevo “telefonote” o no, es mi problema, y no deben ofenderse por ello. Si considero que leo más cómodamente en mi iPad grandota, es mi problema, son mis ojos. No necesito un smartwatch en este momento. Y me importa un carajo U2. Reitero, sus discos, ni regalados.