Con aciertos y errores, Miguel Ángel Mancera llega hoy a su segundo informe de gobierno con un proyecto de ciudad que quién sabe si llegue a cristalizar pero que se veía indispensable: asunción de la gobernabilidad ante/contra/sin el lumpen político y social de tres lustros de perredismo de masas.

 

Los saldos positivos del jefe de Gobierno del DF son claros:

 

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1.- Quebrar el callismo tipo PRI de Marcelo Ebrard que quería seguir gobernando desde las sombras.

 

2.- Llevar casi a la meta final la reforma política de la Ciudad de México sin romper el pacto federal.

 

3.- Restablecer la relación y el diálogo político con el gobierno federal que tiene su sede en el DF.

 

4.- Quebrar el dominio de las calles de movimientos sociales radicales y sin proyecto social como la CNTE y reinstaurar la ciudadanía.

 

5.- Darle la oportunidad al PRD de una institucionalización ante la sociedad sin romper con compromisos.

 

Asimismo, en el debate hoy en la Asamblea Legislativa, Mancera tendrá que reconocer errores de procedimiento de sus dos años acreditables a la funcionalidad de la relación gobernante-gobernados:

 

1.- La implementación de agregados al Hoy no Circula sin consulta y sin una estrategia de comunicación política.

 

2.- La paralización de la Línea 12 por criminales errores de diseño también sin estrategia de comunicación política.

 

3.- Instalación de parquímetros en zonas urbanas sin negociación con comunidades sociales afectadas.

 

4.- Descuidos en materia de seguridad pública sin una reorganización a fondo de la policía capitalina.

 

5.- Retraso en la configuración de un grupo político propio con figuras alejadas del desprestigiado PRD.

 

Ahora vienen para Mancera y la Ciudad de México tiempos de tensión política: la aduana de elecciones legislativas locales y jefes delegacionales en el 2015, el regreso del PRI y del PAN a la vida política del DF y los efectos en las calles de algunas de las reformas estructurales del gobierno federal.

 

Pero lo más importante en la vida política del DF y de los cuatro años que le quedan a Mancera tiene que ver con el PRD:

 

1.- La disputa por la hegemonía política capitalina-nacional de la amplia coalición centro-progresismo-neopopulismo-neocardenismo-izquierda-ultraizquierda-anarquismo que antes estaban centralizadas en el PRD y en el jefe de Gobierno como jefe político.

 

2.- La división en la élite perredista entre dos grandes grupos: AMLO-Ebrard-Bejarano y Cárdenas-Los Chuchos-Mancera. Pero con el dato de que Mancera sobrepasa a López Obrador: en el 2012, el tabasqueño sacó 2.5 millones de votos capitalinos, en tanto que Mancera acumuló tres millones.

 

3.- El DF como el espacio natural para la definición de candidaturas presidenciales del amplio espectro progresista: López Obrador que está encaprichado por querer pero también por no llegar a Los Pinos, Ebrard padece la misma enfermedad de poder, gobernadores chuchistas y la candidatura natural de Mancera.

 

Por lo pronto, Mancera parece haber logrado hasta ahora que la Ciudad de México mantenga un espacio de autonomía relativa de los conflictos partidistas y sociales del PRD y sus aliados callejeros. La neutralización de Ebrard fue un hecho político similar al de Cárdenas en 1936 cuando exilió Plutarco Elías Calles porque quería seguir gobernando desde las sombras.

 

En todo caso, ahora viene la fase clave de Mancera: o define un proyecto político de largo plazo o el PRD lopezobradorista-ebrardista-bejaranista va a esperar en el quicio de sus puertas ver pasar el cadáver político de su adversario.