WASHINGTON. La decisión de Estados Unidos de privatizar el transporte de sus astronautas a la Estación Espacial Internacional (EEI), hasta ahora en manos de las naves rusas Soyuz, pone fin a una dependencia incómoda para Washington en el contexto actual de tensiones con el Kremlin por la crisis en Ucrania.

 

 
La colaboración espacial, que al inicio del conflicto parecía el único resquicio de entendimiento entre Washington y Moscú, no ha escapado al malestar creciente entre ambos gobiernos.

 

Primero fue el anuncio de la NASA en abril por el que suspendió toda interacción con el Kremlin salvo en la EEI en respuesta a la intervención rusa en la península de Crimea.

 

Un mes después era Moscú, sometido a las sanciones europeas y estadounidenses, el que asestaba un gran revés a la estrecha colaboración espacial de las dos potencias tras la Guerra Fría con su decisión de no prolongar la vida de la EEI más allá de 2020, la fecha comprometida con la NASA y la ESA europea.

 

Cuando hizo ese anuncio, el viceprimer ministro ruso encargado de Espacio y Defensa, Dmitri Rogozin, recordó que la naves rusas Soyuz son el único eslabón entre la Tierra y la plataforma orbital.

 

Rusia tiene la primacía en la EEI desde 2011, cuando la NASA puso fin a los vuelos de sus transbordadores. Esta dependencia nunca ha gustado a la Administración de Barack Obama, que considera que una nación como EE.UU. no puede necesitar a terceros para enviar a sus astronautas al espacio.

 

Por eso, el gobierno estadunidense decidió recuperar esa tarea para dos empresas privadas del país, Boeing y SpaceX, que a partir de 2017 efectuarán los lanzamientos de nuevo desde suelo nacional, en el tradicional centro de Cabo Cañaveral (Florida).

 

Hasta ahora Estados Unidos pagaba 70 millones de dólares a Moscú por el traslado de cada uno de sus astronautas a la EEI en las naves rusas Soyuz.

 

El cooperación espacial de Estados Unidos y Rusia había permanecido hasta abril ajena a los altibajos en las relaciones diplomáticas bilaterales. De hecho, tras el inicio de la crisis en Ucrania, el propio director de la NASA, Charles Bolden, destacó que las relaciones no se habían interrumpido.

 

Hace más de quince años, el 20 de noviembre de 1998, se puso en órbita el primer módulo de la EEI como ejemplo del acercamiento entre las superpotencias.

 

Estados Unidos y Rusia habían comenzado su carrera espacial en un contexto de competencia militar por la supremacía global en la década de 1950 y no fue hasta 1975 cuando dieron un paso decisivo hacia la cooperación con el acoplamiento en vuelo del Apolo-18 (EU) y la Soyuz-19 (URSS). En plena Guerra Fría, fue el primer proyecto de colaboración conjunto.

 

En 1984, el entonces presidente estadunidense Ronald Reagan propuso reunir a las potencias occidentales para construir una estación permanente en el espacio.

 

Sin embargo, la crisis en Ucrania ha socavado la hasta ahora ejemplar colaboración espacial entre Estados Unidos y Moscú y amenaza con convertirse en un punto de inflexión tras décadas en las que el espacio había permanecido casi completamente ajeno a los conflictos en la Tierra.

 

 

En tanto, ayer Rusia apoyó la ley ucraniana que garantiza tres años de autogobierno en Donetsk y Lugansk, pero estos se mantuvieron desafiantes en medio de combates que amenazan el alto el fuego que dejaron al menos 12 civiles muertos en bombardeos.

 

 

“En Rusia vemos este documento como un paso en la buena dirección que se corresponde con los acuerdos acuñados en la Declaración de Ginebra del 17 de abril entre Rusia, Ucrania, EU y la Unión Europea, y la de Berlín del 2 de julio”, informó la Cancillería rusa en un comunicado.

 

 
El beneplácito ruso no estaba ni mucho menos garantizado, ya que el Kremlin siempre ha defendido la concesión de mayores competencias políticas, económicas y lingüísticas para las zonas rusohablantes, mientras la autonomía que ofrece Kiev es limitada y temporal.

 

Con todo, Moscú considera que la citada ley, que aún no ha sido promulgada por el presidente ucraniano, Petró Poroshenko, permitirá el restablecimiento de los derechos y libertades en la región, escenario de combates desde abril pasado.