Cada año lo visitan más de dos millones de personas, y es considerado uno de los mejores del mundo en su tipo. Es el Museo Nacional de Antropología (MNA), que cumple medio siglo de existencia como recinto de exhibición cultural y cobijo de diversas colecciones arqueológicas y etnográficas de México, así como de ser uno de los atractivos turísticos más importantes de la capital. El espacio abrió sus puertas el 17 septiembre de 1964, durante el periodo presidencial de Adolfo López Mateos, en un proyecto que convocó a arquitectos, antropólogos e historiadores que conformaron un de los museos más destacados a nivel internacional gracias a sus áreas de exhibición y apoyo a la investigación.

 

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Su construcción tuvo como propósito enaltecer los orígenes de la cultura mexicana, que fuera un reflejo del origen y diversidad que componen a nuestra nación y que cada colección recopilara piezas prehispánicas representantes de la riqueza histórica y cultural del país. Diseñado por Pedro Ramírez Vázquez, tiene un área total de 79 mil 700 metros cuadrados, de la cual se destinaron 30 mil metros cuadrados a 23 salas de exposición permanente y una temporal. Además, cuenta con áreas dedicadas a la academia, investigación arqueológica y etnográfica, una biblioteca, almacenes, bodegas, talleres de restauración y conservación.

Sus salas resguardan 40 mil años de historia. Al momento de su apertura la colección ya rebasaba los 52 mil objetos, cantidad que ha ido en aumento por los nuevos hallazgos de joyas en tumbas, esculturas monumentales y osamentas de hombres y mujeres. Sus instalaciones cobijan las obras de reconocidos artistas mexicanos, como el mural “Dualidad”, de Rufino Tamayo; “El mundo mágico de los mayas”, de Leonora Carrington; y “Antropología, la cultura como obra de todas las razas del mundo”, de Jorge González Camarena.

 

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El Gobierno Federal declaró en 2010 al Museo Nacional de Antropología como Monumento Artístico de la Nación por su innovación arquitectónica, diseño interior, exterior y estructural, además de la combinación en la utilización de materiales (concreto y acero prefabricado).

Actualmente, las  exposiciones  están divididas, por su temática, en dos secciones: “Arte prehispánico”  y “Pasado etnográfico de las distintas regiones de México”, y tiene una exposición temporal titulada “Cabezas de zodiaco”, del artista chino Ai wei wei.

Como parte de los festejos  por sus 50 años, el Museo Nacional de Antropología preparó actividades y aspectos  de renovación en las salas de exposición “Introducción a la antropología” y “Otopame”. Las actividades conmemorativas incluyen la edición de un libro y la realización de tres coloquios.

 

 

Restauran al Tláloc

Por Teresa Moreno

 

Los 50 años que lleva expuesto a las inclemencias del tiempo tienen enfermo al Tláloc de Coatlinchán. Esta mole de piedra volcánica de siete metros de alto y 200 toneladas de peso sufre de modernidad: contaminación, insolación, escurrimientos y hasta fauna en el tiempo que lleva custodiando la entrada del Museo Nacional de Antropología.

 

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Por primera vez en sus más de 200 años de vida, el monolito está siendo sometido a “tratamiento médico”.

Un equipo de restauradores y científicos del Museo Nacional de Antropología y el Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico de la UNAM llevan trabajando tres años en darle mantenimiento.

“La conservación de monumentos públicos a la intemperie depende del mantenimiento a largo plazo, en eso radica que se preserve o no para el futuro. Empezamos el registro para saber su estado de conservación actual, sabiendo que no tenemos un parámetro porque no se había levantado”, dijo en entrevista Sergio González García, jefe del equipo de restauradores del Museo.

“Encontramos una serie de grabados antiguos que no habían sido registrados a pesar de que era un monolito muy visto pero no se habían podido ver porque son muy leves”.

El temor de los científicos es que esta nueva información que encontraron y todavía no han interpretado, pueda perderse por la falta de cuidados.

En estos 50 años, al Tláloc se le ha formado una pátina de contaminantes y suciedad que lo han ennegrecido; zonas de encharcamiento que no drenan el agua de lluvia (aunque esta ha ido penetrando su estructura no se puede saber qué tanto lo ha afectado); y marcas de escurrimiento de agua.

“Además de la formación de algas y líquenes y proliferación de organismos como nidos de insectos, y zonas donde la roca se ha oscurecido… no es un ennegrecimiento de la roca que se pueda eliminar, su color ya cambió”.

El problema con los líquenes es que se adhieren y endurecen y al retirarlos, se llevan piedra. Por si fuera poco, la piedra ya se quemó por el Sol y la estructura metálica que fue diseñada para sostener al Tláloc se ha ido debilitando por el óxido y la falta de mantenimiento.