La política expansiva del gasto público para contrarrestar el efecto recesivo de la reforma fiscal ha sido un fracaso. Esa fue la sentencia que ayer soltó Raúl Feliz durante la presentación de expectativas económicas que periódicamente realiza el Centro de Investigación y Docencia Económicas, CIDE.
Las cifras sobre los resultados económicos conocidas hasta el primer semestre de este año, dejan muy poco margen para rebatir la sentencia de Feliz. Efectivamente, en términos generales, el gasto público fue ineficaz para impulsar la economía en el primer año y medio del gobierno de Peña Nieto.
Y lo fue no sólo por la impericia de los novatos funcionarios a cargo, por el cálculo político que muy probablemente hubo de por medio, o por los errores que se cometieron en la implementación del presupuesto en una coyuntura de desaceleración económica.
Lo más probable es que la ineficacia del gasto público, para los fines de la reactivación económica a los que se refiere Feliz, estuvo determinada por los tres factores que mencionamos anteriormente.
Pero hay un factor adicional que abona a un gasto público ineficaz y que no es nuevo en México. Me refiero al dispendio y a la corrupción gubernamental que subyace en el ejercicio del gasto público y que -contrario a las voces oficiales que minimizan su tamaño y efecto nocivo en la economía- representa un factor relevante.
Un caso de ello se tiene en los resultados (parciales) del censo educativo que arroja una verdadera radiografía del dispendio y la corrupción enquistada en el sector público y que dio a conocer hace poco México Evalúa. Las irregularidades allí detectadas sobre la nómina y el gasto educativo son abrumadoras. Según el cálculo de México Evalúa el costo para el erario de estas anomalías va de los 16 mil millones a los 51 mil millones de pesos; sólo en lo que a nómina educativa se refiere.
Pero lo más oneroso de todo esto es comprobar la complicidad de políticos, legisladores y autoridades federales y estales quienes, lejos de pedir rendición de cuentas, aplicar sanciones a los responsables y cortar de tajo este multimillonario dispendio basado en la corrupción, han hecho caso omiso de estos resultados.
Habrá que ampliar estos cálculos que ahora se hacen en el sector educativo, pero no estamos lejos de señalar que el mal uso de los recursos públicos, alentada por una extensa red de complicidades en nuestro sistema político, es un factor adicional -y no menos importante- que hace ineficaz al gasto público como impulsor de la economía.
SÍGUELE LA PISTA…
- SURGE MEDIO SOBRE SEGURIDAD. Daniel Eilemberg, el fundador y presidente de animalpolítico.com e incubador de productos informativos digitales a través de Elephant Publishing en Miami, Florida, está ahora preparando el lanzamiento de un nuevo portal de información sobre asuntos relacionados con la seguridad pública y la violencia en América Latina. El proyecto estará encabezado por Alejandro Hope, quien tiene una amplia experiencia académica y laboral en estos temas incluyendo su paso como funcionario del Cisen durante el gobierno de Felipe Calderón. Hope, quien es colaborador regular de animalpolítico.com ya dejó su posición de director en temas de seguridad en el Instituto Mexicano para la Competitividad para incorporarse de lleno al nuevo proyecto.
- MEXICANOS CULTOS. Leo con atención y sorpresa (por aquello de los mitos geniales sobre los mexicanos) los resultados de la Encuesta latinoamericana de hábitos y prácticas culturales 2013 que realiza la Organización de Estados Iberoamericanos, OEI, que publicó ayer El País. El diario español dice sobre los resultados de la encuesta en relación a México: “los mexicanos son los más lectores de la región y lo hacen sobre todo por ocio. La media es de seis libros anuales por persona”. Y continúa relatando los resultados el periódico español: “En Bolivia y México están los ciudadanos que menos televisión ven de la región durante la semana (un promedio de 2.7 horas). Los mexicanos son también los visitantes más asiduos de su patrimonio cultural, junto con los uruguayos. Casi la mitad (44%) visitó algún monumento el último año”. En suma. Los mexicanos somos lectores consumados, poco asiduos a la televisión y cercanos al patrimonio cultural. ¿Quién dice no?