Más que agua y comida, lo que los habitantes de Los Cabos reclaman al gobierno federal es que intervenga lo antes posible para restablecer la seguridad en la zona. Tras cinco días sin luz por el paso de Odile y con todas las tiendas y centros comerciales saqueados, los vecinos de la zona residencial turística y del centro de San José del Cabo temen por sus vidas: grupos de asaltantes están ingresando en las casas para saquearlas con lujo de violencia.

 

Viven con miedo y a estas alturas ya no confían ni en sus propios vecinos. Desde hace dos días los habitantes de las colonias Monte Real, Jesús Castro Agúndez (conocida como colonia Magisterial) y el Centro Histórico montan guardias de cuatro o tres horas en sus calles y en otras zonas por turnos de seis horas. Se comunican con silbatos que hacen sonar cuando detectan algo o a alguien para que llegue una brigada en su auxilio.

 

“Nos estamos organizando por colonias para defender nuestras pertenencias y familias, pedimos que se identifiquen al entrar. No hay ninguna autoridad y los poquitos soldados que hay nos ayudan con rondines de cuatro horas, pero no tienen alimentos ni vehículos”, confió a 24 HORAS Elías Gutiérrez Osuna, empresario constructor que ha vivido 34 años en San José del Cabo.

 

“La gente honrada se está guardando de las 10 de la noche en adelante para que cualquiera que ande en la calle obviamente no es un honesto y contra esos nos estamos defendiendo”.

 

Otros diarios han reportado situaciones similares en las colonias La Ballena, Primero de Mayo y Pablo L. Martínez y en la zona conocida como Los Invasores, donde los vecinos están derrumbando e incendiando árboles para utilizarlos como barricadas.

 

En la zona centro, a sólo 10 cuadras del Palacio Municipal, los vecinos están armados con lo que encontraron en sus casas: palos de madera y de golf, bats de béisbol, palas de construcción, raquetas de tenis, cualquier objeto común que pudiera convertirse en instrumento de defensa. Están aterrados tras la destrucción que dejó el huracán siguió la de los propios habitantes del municipio.

 

“Se cayó el muro del penal (Centro de Reinserción Social) de Los Cabos y se escaparon 80 reclusos y ellos han formado un grupo de gente que se han dedicado a asaltar. Otras gentes llegan a tu casa con lujo de violencia y a vaciar las cosas. Hay gente herida y reportes de violaciones. Si yo tengo en mi casa frijol, comida o lo que sea, soy presa de estas gentes”.

 

El servicio de luz no se ha restablecido y para comunicarse por celular, los pocos que han logrado cargar la batería de sus teléfonos buscan señal: hay en la carretera a La Paz y en una zona de dos kilómetros dentro de la zona turística. Hay unas pocas líneas fijas pero estas sólo funcionan si se conectan a teléfonos análogos: ni digitales ni inalámbricos.

 

Quienes tienen plantas de luz las apagan por las noches para no llamar la atención de los asaltantes. La comida se está terminando y sólo han llegado 12 mil despensas. Por si fuera poco, el huracán cayó antes de la quincena, los bancos están cerrados y la gente no tiene dinero. Los pocos que tienen productos y pueden venderlos lo están haciendo a precios exorbitantes: un paquete de galletas cuesta 30 y hasta 35 pesos.

 

“Nosotros teníamos paciencia pero no podemos lidiar contra la seguridad. Nadie puede enfrentar a un tipo que traiga un machete, palo de golf o una raqueta. Necesitamos ayuda antes de que haya consecuencias irreparables… fíjese nada más que cosas tan terribles: más que comida, más que agua necesitamos seguridad”.