Por Teresa Moreno
En México hay 447 hospitales que se dedican a trasplantar y “recolectar” órganos. Sin embargo, pocos realizan la labor de conservar los tejidos el mayor tiempo posible para que puedan ser utilizados. En todo el país, apenas 67 se dedican a resguardarlos a la espera de que lleguen los pacientes que los necesitan.
“Aunque estos hospitales tienen licencia para conservar tejidos, la mayoría no lo hacen. Inicialmente tienen la licencia, pero los recursos naturales y humanos no son suficientes para sustentarlos. Estos bancos requieren una inversión económica importante”, explicó el jefe de trasplantes del Hospital Regional de Alta Especialidad de Ixtapaluca (HRAEI), Estado de México, Carlos Alberto Vargas Bravo.
Cuando el órgano se traslada, porque el paciente que lo recibirá está lejos y no puede llegar inmediatamente, mantener un órgano con vida requiere de equipo altamente especializado: refrigeradores, conservación y un quirófano.
La necesidad de órganos es más grande que la cantidad de donadores disponibles. En lo que va de este año se han realizado 4 mil 508 trasplantes exitosos. Sin embargo, una persona tiene que esperar mucho tiempo para poder obtener el órgano que necesita. Si se trata de un corazón, por ejemplo, hasta cinco años.
Después de que la familia de un paciente que tiene muerte cerebral (su cerebro ya no puede ordenar a los demás órganos que lleven a cabo sus funciones vitales) acepta donar sus órganos y tejidos, el proceso de extraerlos y mantenerlos vivos la mayor cantidad de tiempo posible es fundamental y también muy delicado.
En el Banco de Tejidos del HRAEI se pueden conservar huesos limpios de cualquier residuo o fluido hasta por cinco años, en espera de que algún paciente haga uso de ellos. También, mantiene otros órganos como válvulas cardiacas, piel o córneas, aunque con una fecha de caducidad menor que los huesos que por ser tejido mineral resisten más tiempo. Por ejemplo, las córneas pueden ser almacenadas durante 12 días, pero las válvulas de un corazón sólo resisten algunas horas.
“Para que sea implantado, se pregunta qué tipo de tejido óseo necesitan, las características, el tamaño, si lo requieren ‘molido’ o ‘triturado’. Lo mismo ocurre con el tejido corneal, pasa algunas pruebas de calidad y se coloca en el banco de tejidos en espera de ser trasplantado”, explicó Vargas Bravo.
Después de la intervención, el paciente deberá tomar medicamentos inmunosupresores que evitarán que su cuerpo rechace el órgano externo. Esto representa uno de los mayores problemas y riesgos.
Cerca del 40 por ciento de los pacientes que consiguen un órgano corren riesgo de perderlo, informó el doctor Vargas: “como no son derechohabientes, por ninguna institución de Seguridad Social, tienen que conseguir ellos mismos los recursos para poder adquirir sus medicamentos inmunosupresores”.
El tratamiento cuesta entre 3 y 10 mil pesos al mes y muchas personas no pueden pagarlo. El Seguro Popular, por ejemplo, no los contempla en sus cuadros de medicinas y en los hospitales públicos como el de Alta Especialidad de Ixtapaluca, sólo tienen capacidad económica para otorgarlos durante unos meses.
Después de agotar sus instancias, los pacientes acuden con fundaciones u organizaciones civiles que, también limitadas presupuestalmente, sólo pueden ayudarlos a proveer sus medicinas durante un año o menos.
En el país, 18 mil 870 personas esperan a recibir un órgano. La mayor necesidad es de riñón, córnea, hígado y corazón. Una de las principales causas por las que los pacientes llegan a requerir un trasplante son los accidentes, quemaduras, fracturas, tumores o penetración de objetos ajenos.