LOS CABOS. Familias del municipio de Los Cabos, damnificadas tras el paso del huracán Odile, pidieron a los gobiernos local y federal que envíen despensas y apoyos a las zonas conocidas como “invasiones“, asentamientos humanos irregulares donde las viviendas están construidas de materiales precarios, porque el “aire y el agua” se lo llevaron todo.
La zona centro de San José del Cabo, la más turística, ya estaba “casi lista” de acuerdo con habitantes del municipio; sin embargo, las más afectadas como las colonias La Ballena, Tierra y Libertad, Guaymitas y la conocida como “El vado” seguían sin agua ni electricidad.
A sus habitantes no les había llegado suficiente ayuda, ni las despensas repartidas por el Ejército y la Cruz Roja.
Por todo el municipio de Los Cabos, empleados de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) trabajan a marchas forzadas para restablecer el servicio de energía eléctrica en esta zona de 250 mil habitantes, una de las más pobladas y, turísticamente, más importantes no sólo de la entidad sino del país.
El señor Juan Carlos Carmona, albañil de oficio de 33 años, lleva diez días durmiendo sobre el piso con sus tres hijos y esposa. Antes del golpe de Odile, todos compartían un cuarto construido de madera y techos de lámina. Los fuertes vientos e intensas lluvias que llevó el huracán se llevaron el techo y aventaron a lo lejos las láminas de las cuales estaba construido.
Después de recuperar de la calle algunas de las láminas y unos restos de madera, pudieron volver a construir su casita pero el techo no está completo. Ahora, la familia se niega a salir de su casa porque tienen miedo de que les quiten lo poquito que les quedó.
“Teníamos un cuartito de madera y un baño provisional pero todo lo tiró. Ni tiempo de sacar los aparatos, se nos mojó la televisión, la grabadora… El aire todo lo destruyó pero estamos haciendo limpieza para que se vea todo un poco más ordenado. Teníamos luz, teníamos agua, todo… apenas hoy (lunes) está llegando un poco de agua”.
“Yo me dedico a la construcción y a la obra pero ahorita todo está parado. Ganaba mil 200 pesos a la semana, pero ahora ya me quedé sin trabajo. Mucha gente anda sobre la limpieza, pero ese trabajo se quedó para la gente que trabajaba en los hoteles. Hay muy poca vacante para uno”.
Pasó lo mismo con la señora Silvia Bautista, de 35 años, y su familia que conforman su esposo Valentín Mendoza e hija, sus suegros, cuñada y sobrino (un bebé todavía de brazos). El huracán se llevó el techo de la vivienda que comparten todos en la colonia Loma de Guaymita.
Igual, reconstruyeron una parte del techo pero ahora Valentín está enfermo, en el consultorio del “Doctor Simi” le dijeron que tenía dengue y no ha ido a trabajar. La familia entera sobrevive de una única despensa que pudo conseguir Silvia el domingo: había mucha gente y ya no alcanzó más.
“Sí hay despensas pero nada más las están repartiendo en la zona turística. Sí está el apoyo pero está muy mal organizado y no nos ha llegado a nosotros. Se abrió toda la lámina y así estamos… como no han llegado a dar la ayuda ¿cómo le vamos a hacer?, de la luz con puras velas”, dijo la señora.
En las calles del municipio todavía quedan los rastros del paso del huracán y las conversaciones en los hoteles y hasta el transporte público versan sobre el tema; la gente platica que el golpe de Odile ha sido el más grave que se recuerde desde hace diez años.
Aunque en toda la ciudad hubo afectaciones y el lunes aún era posible encontrar negocios, tiendas Oxxo, sucursales de Elektra, Coppel y hasta tiendas de ropa Melody con carteles sobre las puertas cerradas que decían “Coppel trabajando por usted“, ya se notaban avances y a trabajadores limpiando.
“Yo creo que más bien el gobierno se confió porque ya tenía mucho tiempo que no pasaba nada. Veíamos huracanes que pegaban en otros lados pero no aquí. Se confiaron y no actuaron a tiempo”, platica Rubén, un conductor de camión del transporte público. NS