En medio del desastre y los intentos por recuperar la ciudad, tras el paso del huracán Odile, los cabeños –habitantes del municipio más afectado en todo Baja California Sur– se esfuerzan por salir adelante: volver a sus empleos, rescatar sus lugares de trabajo y sobreponerse a “la vergüenza” que les dejaron las imágenes y videos de asaltos y saqueos a comercios y tiendas.

 

El municipio de Los Cabos comienza a recuperarse. Al menos ya hay energía eléctrica en algunas zonas, internet en unos pocos lugares (principalmente hoteles), recepción para hablar por teléfono celular e incluso algunas líneas de telefonía fija ya funcionan.

 

En las calles todavía se nota el paso del desastre: hay edificios destruidos y agua solamente para el 60% de los usuarios; en las carreteras se ven los restos de las palmeras derribadas por el aire; los locales que ofrecen artesanía fina, clases de pole dance y fitness de las zonas residenciales de la clase alta y la zona hotelera tienen todavía cinta adhesiva cruzada en las ventanas y los puestos de algunos tianguis ya están ofreciendo nuevamente artesanía barata a visitantes inexistentes.

 

Las tiendas de conveniencia, como las de las cadenas Oxxo y Mambo, permanecen cerradas sin un sólo producto que vender.

 

En el Aeropuerto de Los Cabos hay que esperar días pero ya es posible conseguir vuelos de la Marina, el Ejército y la Policía Federal a la Ciudad de México. Los uniformados dan preferencia a las mujeres con hijos, a los enfermos, discapacitados y a los ancianos.

 

Todo avanza menos una cosa: la resaca moral de los cabeños después de haber sido exhibidos en todo el país saqueando tiendas y robando comercios.

 

“Lo que más nos pegó fueron los saqueos”, cuenta Andrea Núñez, activista en una fundación que se dedica a becar a niños de escasos recursos. “Los mismos policías decían ‘pues ya, llévatelo’, la policía estatal ni se vio. Para donde voltearas no había nada que no te sorprendiera”.

 

“Es una vergüenza, nos da muchísima pena  reconocer que como sociedad no supimos actuar. Pasas por las tiendas, las ves todas saqueadas y te imaginas un animal en los huesos… nosotros fuimos los gusanos que nos comimos ese animal. Fuimos peores que animales, abasto había pero la gente abusó”, lamenta Zayra Bernal, empleada de un hotel.

 

La gente, recuerdan, se llevaba lavadoras, refrigeradores, pantallas de televisión.

 

“Yo vi a mis propios vecinos iban, llenaban sus camionetones de todo y a vaciarlos, otra vez, ¡todo el día! Gente que no había necesidad. Daba pena y tristeza: gente que vive bien, en colonias bien que no les afectó el huracán, fueron los que aprovecharon y abusaron más”, recuerda con tristeza Ivonne Acosta Barral empleada de otro hotel en San José del Cabo.

 

“Una amiga mía se fue a Tijuana por el huracán, sus vecinos se dieron cuenta de que la casa estaba desocupada… llegaron y le robaron todo, la dejaron sin un mueble, sin nada. A mí me espanta mucho el pánico que hay en la calle, gente con machetes, con rifles y metralladoras… piensas que te van a balacear. Íbamos mi esposo y yo en la calle con mi bebé en los brazos, un vecino todo drogado nos paró, agarró un machete y pintó una raya ‘¿a dónde van?’ El huracán fue una experiencia muy fuerte, pero nosotros mismos hemos provocado el pánico”.

 

Las colonias de Valle del Cabo, Tierra y Libertad, Caribe, Cactus, Palmas son de las más devastadas, precisamente porque fueron construidas en asentamientos irregulares.

 

Ramón Velázquez Morales, mesero de oficio, fue a llevar víveres a la colonia Caribe, un asentamiento irregular formado por casas construidas de lámina, madera y cartón. Allá la gente se quedó sin nada, platicó, y sus habitantes tuvieron que dormir a la intemperie aterrados de que así como llegaron, en un descuido y sin nada qué poner sobre el piso para apartar su lugar, alguien los quitara.

 

“Hay familias que no tienen casa, que están viviendo al aire libre. Me tocó ver una familia que no tenía ni una sola pared, los niños durmiendo a la intemperie… ese día llovió. Lo peor del caso es que se sabe que la ayuda está llegando ¿pero dónde está? ¿Quién está acaparando las despensas? La última vez vi que llegaron diez tráilers pero ¿dónde quedaron? No se han visto las despensas”.