Sin duda internet es una plataforma esencial para la comunicación, interacción, información, transacciones, negocios, entretenimiento… para casi todo.
Para muchos resulta estresante el solo imaginar un día sin conexión a internet. Hay quienes irónicamente encuentran enloquecedor el tratar de desconectarse del mundo durante sus vacaciones.
Pareciera que los usuarios de internet hemos desarrollado una especie de neuropatología, o quizá una dependencia sicológica, más o menos pronunciada que nos provoca una indómita necesidad de permanecer conectados.
La gente se ha acostumbrado a enviar correos electrónicos, juatsaps, mensajes directos (DM) en Twitter, inboxes en Facebook… pero lo peor es que mucha de esa gente cree que el destinatario de sus comunicaciones tiene la obligación de contestar de manera instantánea.
Pero hay algo doblemente terrible: muchos de esos destinatarios efectivamente creen que tienen esa “obligación” de contestar de manera instantánea.
Pero dentro de esta fenomenología de la comunicación digital existe una tendencia que resulta escalofriante: la gente prefiere grabar video con su teléfono de escenas de desgracia en vez de ayudar a quien lo necesita, como el caso del tigre blanco que mató a un joven estudiante en un zoológico de la India.
Documentar y compartir en redes sociales eventos así de morbosos o de alto impacto social en una suerte de “periodismo de ocasión sin fronteras”, a mi parecer va a modificar radicalmente los actuales hábitos de consumo de información en la gente y, a la vez, apresurará la evolución editorial de los medios de difusión tradicional en países como México.
Los gobiernos saben del verdadero poder de este “periodismo de ocasión sin frontera”. Saben que está rompiendo con uno de sus músculos propagandísticos más eficientes y sus proteínas políticas: los contenidos en los medios masivos de comunicación, así como con la censura y manipulación.
En México la gente en lo general dice desconfiar de la televisión y la radio y descalifica los liderazgos de opinión de esos medios, pero la realidad es que sigue teniendo una fuerte penetración entre una población que en promedio registra una escolaridad de siete años y que sigue siendo proclive al encanto de la manipulación política.
El cambio, los hábitos de consumo de información a partir de esa suerte de “periodismo de ocasión” evidencian cada vez más los obscenos niveles de censura, corrupción, impunidad y demás brotes cancerígenos del viejo establishment que han hecho metástasis en la vida institucional y social de México.
Hace nítidas también las patéticas líneas editoriales que protegen a ciertos grupos políticos y empresariales vinculados al poder, pero sobre todo deja constancia que la audiencia tiene el poder de asfixiar a cualquier medio cortándole el suministro de ese oxígeno llamado credibilidad.
Si el factor educativo y cultural de cierta audiencia no son factores suficientes para boicotear los contenidos de los medios masivos que no abonan al crecimiento de la sociedad, la trascendencia online, y sobre todo offline, del “periodismo ocasional sin fronteras” que existe en las redes sociales creará esa conciencia de “Veto al Medio”.
La influencia de denuncias, abusos, excesos, impunidades en internet tiene influencia en la opinión pública por su naturaleza viral, pero el fenómeno word of mouth -comentario boca a boca- potencia la penetración de cualquier información elevando el riesgo de que la ira y el hartazgo social se inflamen en grado superlativo.
El que exista en las redes sociales esta especie de “periodismo ocasional sin fronteras” no es malo, pero tampoco necesariamente bueno porque debido a la naturaleza de estas plataformas digitales no es posible integrar un consejo editorial que presente -no que filtre o censure- la información bajo un código afín a la cultura e idiosincrasia de las diversas audiencias que integran la gran audiencia global.
Internet está haciendo la verdadera revolución tanto en hábitos de consumo de información, de interacción, socialización, comunicación, transacciones… y también lo debe ser en términos de exigencia social a funcionarios públicos.
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