Los seres humanos somos muy vulnerables ante los fenómenos de la naturaleza. Esa fue una de las frases que más me impactaron cuando regresé de un viaje en el que las actividades de todo un continente, Europa, se trastocaron de manera impresionante ante una de las decisiones de la madre tierra.

 

Se trató de la erupción del volcán islandés Eyjafjallajökull, que por la cantidad de ceniza que emanaba, provocó la paralización de todos los aeropuertos de Europa, excepto uno: Madrid. Fue desde la capital española donde gracias a que me encontraba en ese país, pude regresar a México relativamente rápido. Pero las anécdotas que uno y otro taxista compartían, las caras de desesperación de la gente, las historias que se escuchaban, generaron un caos e histeria colectiva como pocas veces yo había visto.

 

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Toda una infraestructura de comunicación, la aérea, colapsada.

 

Hace algunos días, una situación similar aconteció en Baja California Sur, ante los embates del Huracán Odile. Sin luz, sin redes para comunicarse de manera telefónica o por internet y sin radio, el Estado se dirigió a un estadio de primitivismo que generó desconcierto. Las historias ya todos las conocemos: saqueos y desabasto alimentario por las acciones de pánico. Y la forma de coordinarse entre los afectados fue de la manera más antigua, de boca en boca.

 

Un muy buen amigo universitario, de aquellos con los que se generan vínculos muy intensos a pesar de la poca convivencia que tuvimos durante nuestros años de aquella época (hace al menos unos 15 años él decidió radicar en Los Cabos), compartió conmigo su experiencia.

 

Fernando empezó hablándome de las redes sociales y el uso que le han dado a estas, al menos en su comunidad. Previo a la llegada del huracán, fueron clave para coordinarse y prevenir un desastre mayor. Al menos para ponerse a salvo -información siempre acompañada de los clásicos rumores y estridencia en el tema-. De hecho, en opinión de un ciudadano, todavía presa del rencor hacia autoridades que a su juicio fueron lentas y negligentes pues pudieron instalar comandos de ayuda previos al impacto del huracán, fue justamente esta información estridente la que motivó los saqueos. En su opinión, esto se generó por personas que no eran necesariamente de la comunidad de Los Cabos, pero sí habían vivido hechos similares en destinos como Cancún, que los llevaron a actuar con pánico y anarquía.

 

Las redes sociales pudieron hacer su aparición hasta el día siete posterior a la llegada de Odile, según me cuenta. Las principales actividades que se generaron a partir de éstas tenían que ver con un sentido de ayuda y protección a la comunidad: cortar o mover palmeras, reconstruir ventanas y comunicar quién estaba a salvo y quién necesitaba de más ayuda. Cuáles supermercados funcionaban, donde había agua, luz, servicios, etc.

 

Lo acontecido en Baja California Sur nos recuerda que la tecnología, telefonía móvil y redes sociales, son herramientas fundamentales para hacer mejor nuestra vida cotidiana. También que estas últimas pueden ser héroes o villanas en una misma película. Igualmente nos recuerda que como especie, somos muy vulnerables ante la falta de esa tecnología. Y por último nos enseña que la misma tecnología podría haber ayudado de diferentes maneras a hacer menor el impacto de Odile, si su uso se acompaña de planeación.

 

Es representativo que la entrevista al testigo de los acontecimientos la hice vía Twitter. Fue la única forma de comunicación efectiva para lograrlo ante la actual intermitencia de las redes celulares en el destino bajacaliforniano.

 

 

Lo acontecido en Baja California Sur nos recuerda que la tecnología, telefonía móvil y redes sociales, son herramientas fundamentales para hacer mejor nuestra vida cotidiana. También que estas últimas pueden ser héroes o villanas en una misma película