En momentos en que la desarticulación del viejo régimen autoritario está dando los últimos coletazos, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos se ha colocado en el centro de una disputa que no es humanista sino política y de nuevos espacios de poder.

 

El relevo en la presidencia del organismo, que fue fundado para defender garantías pero que se convirtió en una instancia de confrontación no institucional, se va a decidir en los próximos días. Y de acuerdo con percepciones que se tienen al interior del aparato público, las opciones son pocas:

 

1.- La continuidad del actual presidente, Raúl Plascencia, con una agenda de mayor activismo pero sin llevar a la Comisión a la confrontación con el Estado.

 

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2.- La entrega del organismo a grupos antisistémicos, antigobiernistas y radicales para convertir los derechos humanos en ariete político y en ruptura institucional.

 

3.- Una figura sin conflictos, nueva, pero con debilidad que pudiera no resistir las presiones de los radicales.

 

Los derechos humanos, desde su reconocimiento institucional, fueron llevados a los espacios políticos como un escalón para la democratización del viejo régimen priista. Sin embargo, en el periodo carpiziano -de 1990 a 1993- la CNDH se utilizó para impulsar carreras políticas en la alta burocracia.

 

Ahora las figuras que aspiran a la CNDH llegan como cartas marcadas:

 

1.- Un grupo de organizaciones no gubernamentales menores ha instrumentado una campaña de guerra sucia con cartas para cuestionar al actual presidente, Raúl Plascencia, pero con la intención de colocar a alguna figura política de referencia antisistémica. Así, la CNDH pasaría a ser una especie de partido político de disidentes en choque de trenes con el Estado y el gobierno. Esta campaña ha fracasado porque no pudo esconder las pistas interesadas de grupos políticos disidentes.

 

2.- El rector de la UNAM, el priista José Narro Robles, quiere poner presidente de la Comisión sólo como parte de su apetito burocrático y como parte del grupo universitario del fallecido Jorge Carpizo McGregor, uno de los que usó la Comisión como trampolín político. La UNAM quiere un cacicazgo y espacios de poder, en el entendido de que Narro anhela ser, a finales del año próximo, secretario de Salud del gabinete presidencial.

 

3.- La Suprema Corte también anda en busca de construir un cacicazgo judicial y el actual presidente del máximo tribunal judicial, Juan Silva Meza, quiere imponer a su coordinador de asesores, Carlos Pérez Vázquez, en la CNDH, sin importar el conflicto de competencia porque muchos casos de ambas instituciones se cruzarían. La Corte ya ha aprendido a hacer lucha burocrática por espacios de poder.

 

4.- Y algunas figuras académicas ya desgastadas también se quieren meter en la disputa por la presidencia de la Comisión, pero aprovechando tribunas periodísticas notoriamente antisistémicas, aunque sin mucho apoyo social.

 

La CNDH será, en los tiempos que vienen de reorganización desorganizada del sistema político, una instancia de legitimación-deslegitimación política de los gobiernos en sus tres niveles, con la presencia también política de organismos internacionales dedicados a los derechos humanos, las cortes internacionales como mecanismos de presión y medios de comunicación extranjeros que andan denunciado violaciones en otros países para no hacerlo en los propios.

 

De ahí que la CNDH vaya a ser organismo institucional o un ariete antisistémico de confrontación política y de poder con los tres niveles de gobierno. Por tanto, la designación del próximo presidente de la CNDH será un asunto de prioridad política del gobierno federal que estaría obligando al Estado, además, a ser aún más cuidadoso con las intervenciones autoritarias en problemas sociales.