Con los ojos en San Juan de Ulúa y la brisa cargada de sales del Golfo de México, las mañanas abren al sonido de cucharas que estampan contra vasos con café, y toman aire para la segunda mitad del día con un trago de embestidas taurinas (aunque, de entrada, no se sienta la dimensión de la “cornada”). Dos bebidas que rodearán a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz 2014, a disputarse del 14 al 30 de noviembre en su regreso a México tras 24 años. Dos bebidas de amplísimas historias.
El célebre café lechero es casi parte de Veracruz como marca registrada. El tintineo de la cuchara contra un vaso de vidrio (y no una taza), deriva de fines del Siglo XIX, época en que los tranvías pasaban justo a unos metros del acceso al Gran Café de la Parroquia. Con el sonido de sus bocinas, los choferes llamaban la atención del establecimiento poco antes de su llegada al café, a fin de que saliera un mesero a servirle su
Así fue por muchos años hasta que, cuentan, algún conductor falleció, y como homenaje quedó ese coro de cucharas contra vasos, imprescindible ya para que se aproxime el “maestro lechero” a la mesa. ¿Maestro? Así le diría yo, porque esa es su especialidad: no se ocupa de servir bombas (conchas rellenas de frijol), ni huevos tirados acompañados de plátano frito, ni canillas, ni antojitos como picadas y gordas. Su labor es cualificada: añadir desde gran altura, sin tirar una sola gota, la leche al vaso con café. Ese maestro lechero, además, es capaz de alburear, contar leyendas del puerto, hablar de política, enumerar las figuras a las que ha servido leche, al tiempo que su experto pulso complementa el vaso que abre la mañana.
Igual de experto ha sido el desarrollo de la otra bebida a la que hoy nos referimos con el marco de estos Juegos Centroamericanos y del Caribe en su vigésimo segunda edición.
Los “toritos” se desarrollaron en la región del Sotavento, que va del puerto jarocho hasta el sur de Alvarado, colindando con Los Tuxtlas. El peculiar nombre proviene de los jornaleros que llegaban a la tarde exhaustos de trabajo físico y calor. Es una mezcla de alcohol de caña con
El asunto es que bien frío o frapeado, apenas se percibe la cantidad de alcohol y uno puede ver pasar con tranquilidad, durante largas horas, barcos por el puerto. El problema viene al levantarse de la silla y notar que ese torito de apariencia tan mansa, embistió con su cornamenta de alcohol de caña. Lo que queda muy claro es que tras unos buenos tragos, los jornaleros agarraban un segundo aire para cerrar el día (así como los visitantes lo perdemos, porque lo ideal después de dos, es posponer mayores actividades).
Dos tradiciones, cada una con su horario. Lecheros y toritos: embiste Veracruz al acoger al evento multideportivo más antiguo después de los Olímpicos.