El 29 de agosto pasado la secretaría de Economía publicó en el Diario Oficial de la Federación un decreto por el que se protege a la industria nacional del calzado con una serie de medidas como la aplicación de aranceles a la importación de calzado terminado de entre el 25% y 30% de su valor en la aduana.
En el mismo decreto se establecieron medidas como la aplicación de precios estimados de garantía para la importación de calzado, a fin de que no se introduzca al país calzado por debajo del precio estimado; además de que se restringen a 9 –de las 33 anteriores- las aduanas por las que se puede importar calzado terminado; entre otras medidas contenidas en el llamado decreto de apoyo a la competitividad del sector calzado.
Si bien el decreto fue publicado por la secretaría de Economía, el anuncio público y político no lo hizo el secretario Ildefonso Guajardo, como correspondería; sino Luis Videgaray, el secretario de Hacienda, dos días antes precisamente en Guanajuato, tierra panista.
El miércoles 27 de agosto, en León, durante la inauguración del evento de calzado más importante del país, el criticado secretario de Hacienda por las cúpulas empresariales, se ganó el apoyo de los cientos de industriales y de los políticos guanajuatenses que allí se congregaron y que, por años, esperaron un anuncio así de su paisano Vicente Fox o de Felipe Calderón. Anuncio que nunca llegó.
Ahora llega de quien menos se lo esperaban. Del priista Luis Videgaray quien ha dado muestras de no estar convencido de las bondades del mercado y del libre comercio del que los gobiernos mexicanos recientes se habían ufanado por años como catapultas de su modernización.
Ahora el secretario de Hacienda anunciaba el regreso de medidas proteccionistas y de subsidios del gobierno para un sector que ha ganado en competitividad y reconocimiento global en los últimos años.
Si había competencia desleal china y corrupción en las aduanas, había que enfrentarla en tribunales internacionales y metiendo a la cárcel a los funcionarios corruptos de las aduanas; pero no enviando señales equivocadas a la industria nacional de que serán las medidas proteccionistas del gobierno y los subsidios públicos de los contribuyentes los que salvarán sus empresas a pesar de su falta de competitividad.
Incentivar la multiplicación de industrias protegidas e ineficientes con recursos públicos –vía créditos regalados y subsidios directos- fue ‘la política industrial’ que fracasó en los años setenta en el país y que ha seguido fracasando en países del Cono Sur –como Brasil- en los años recientes. Miles de millones de dólares públicos desde los bancos de desarrollo, canalizados a proteger y subsidiar empresas ineficientes, escondiendo intereses político-partidistas detrás de políticas económicas populistas.
Al discurso gubernamental sobre la competencia en los mercados locales para favorecer a los consumidores comienza a quebrársele la voz. No hay convencimiento de que ello vaya a ocurrir en el mercado de los energéticos, producto de la reforma que se viene implementando por el gobierno de Enrique Peña Nieto. Tampoco hay un convencimiento pleno acerca de que la competencia llegó a los sectores de la televisión y de las telecomunicaciones a raíz de las reformas, a favor de los consumidores.
No se niegan los avances logrados a nivel político, pero se percibe un mensaje sobrevendido cuando se trata de evaluar los beneficios que percibirán los mexicanos a raíz de las reformas.
El gobierno reformista de Peña Nieto comienza a enseñar el cobre con decisiones como las aplicadas en la industria zapatera y que podrían multiplicarse en el futuro cercano. La mayor competencia que se enarbola en el discurso oficial para favorecer a los consumidores, se ve empañada con brotes proteccionistas que huelen a decisiones político-electorales que se imponen.
¿Acaso estamos frente al primer brote de posicionamiento político del secretario de Hacienda rumbo a la lucha electoral del 2018? ¿O quizá estamos frente a una estrategia gubernamental que privilegia el control del poder político por encima de todo? Para ambos casos las políticas populistas han sido una herramienta muy socorrida.