Los jóvenes y el movimiento estudiantil del Instituto Politécnico Nacional (IPN) fueron los protagonistas de la marcha para conmemorar la matanza de estudiantes del 2 de octubre de 1968. “Son una bocanada de aire fresco”, dijo de ellos Félix Lucio Hernández Gamundi, uno de los líderes del Comité ‘68.

 

El contingente de estudiantes del Poli que participó en la marcha de la Plaza de las Tres Culturas al Zócalo no contó con tantos jóvenes como se esperaba y los que asistieron estaban agrupados principalmente en el contingente de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME) unidad Culhuacán; sin embargo, su movimiento y exigencias animaron los discursos y consignas del Comité ‘68.

 

“Esperemos que avance porque ellos están enarbolando una demanda que es de todos los mexicanos: el derecho al acceso de una educación superior de calidad, gratuita, científica y con un gobierno democrático”, señaló Hernández Gamundi, orador principal del Comité ‘68.

 

“Nos sumamos a estas demandas de manera irrestricta. Yo espero que esa salida al templete (del secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong) no sea solamente un acto escénico y que realmente el gobierno resuelva, es muy sencillo: los jóvenes están demandando democracia en la institución”, dijo antes en entrevista.

 

Desde que el contingente comenzó a reunirse en la Plaza de las Tres Culturas, los “huelums” y las porras para el Poli se escuchaban por todos lados y casi todos los manifestantes los gritaban como si fueran suyos. Las mantas tampoco faltaron: “UNAM e IPN, dos hermanos separados al nacer”, decía una de ellas, por ejemplo.

 

“La Asamblea General acordó que cada escuela decidiría si venía o no, ya es de cada alumno”, señaló una joven estudiante de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura, “somos poquitos y estamos dispersos, pero había que venir”.

 

La marcha de este año fue especialmente significativa, primero por el movimiento estudiantil politécnico que ha levantado manifestaciones de apoyo de sectores muy diversos e incluso en otras universidades y escuelas como los Colegios de Ciencias y Humanidades (CCH) Vallejo y Azcapotzalco, que declararon paros de labores temporales para mostrarles su apoyo.

 

Pero también porque fue dedicada a Raúl Álvarez Garín, exintegrante del Consejo Nacional de Huelga, activista, uno de los personajes más emblemáticos del movimiento estudiantil de 1968 y después líder del Comité ’68, que falleció el pasado 26 de septiembre.

 

Fue recordado en las consignas que se cantaron “¡Raúl vive, la lucha sigue. Raúl vive, vive. La lucha sigue, sigue!” corearon sus viejos amigos y compañeros de lucha, encabezados por Félix Lucio Hernández Gamundi.

 

Durante los casi tres kilómetros que hay entre Tlatelolco y el templete colocado frente al Palacio Nacional, los integrantes del comité llevaban una manta con su retrato y fotografías en las que se le veía ondeando banderas y encabezando las marchas conmemorativas del 2 de octubre.

 

“Raúl nos deja un ejemplo de lucha y una línea muy clara a seguir. Tenemos que hacer el mayor esfuerzo para poder actuar en forma unitaria, conjunta, para mantener esta demanda de justicia. Vamos a seguir insistiendo en que se reabran los juicios en contra de Luis Echeverría”, dijo Hernández Gamundi.

 

Graffitis sí… Molotovs no

 

Hace un año la movilización conmemorativa del 2 de Octubre terminó en un carrete de bombas molotov y petardos sobre la policía. Esta vez la historia fue distinta, pues fueron los graffitis los que dieron color a una marcha que en general fue pacífica.

 

La estrategia del gobierno de Miguel Ángel Mancera funcionó. Las pérdidas fueron menores al no haber uniformados a los cuales confrontar.

 

Como se pronosticaba, la lluvia fue el primer invitado no deseado a una movilización que convocó a contingentes de planteles escolares, organizaciones sociales, de trabajadores, sindicales y campesinas, además de los inconfundibles anarquistas.

 

El agua no mermó la participación de miles de manifestantes, unos 25 mil, dijo el gobierno de la Ciudad de México, pero sí apresuró el avance de la vanguardia de un contingente que partió antes de las 4 y media de la tarde de la Plaza de las Tres Culturas, y que en sólo 60 minutos ya estaba llegando al Zócalo.

 

Al frente estuvo el Movimiento del 68, hombres veteranos de aquella manifestación de hace 46 años en Tlatelolco que, como recordó uno de ellos durante el recorrido, “terminó en una barbarie de violencia cuyos muertos aún hoy… No han sido bien contados”.

 

Pero la gran mayoría fueron jóvenes, algunos con el rostro semicubierto, que está vez prefirieron reflejar su descontento con pintas en el centro de la ciudad.

 

Rostros de Raúl Álvarez Garín, Ricardo Flores Magón, Marx, así como calaveras, se distribuyeron por su camino, pero sobre todo, sobre todo, las consignas contra el gobierno: “La sangre derramada florece rebeldía. Ayotzinapa”, “Destruir toda civilización”, “Libertad no capital”, “Libertad a los presos políticos”, “La lucha sigue” y otras francamente ilegibles.

 

Los muros libres fueron lienzos, pero también los pequeños espacios, las casetas telefónicas, los postes y hasta la base del asta bandera en la Plaza de la Constitución terminaron multicolor.

 

Por supuesto, hubo también dibujos con menos talento, y las clásicas pintas con insultos sobre paredes metálicas de vallas y tiendas.

 

Todas licencias que las autoridades capitalinas prefirieron dar a los manifestantes al no desplegar policías uniformados, lo que a diferencia de hace un año dejó a los más rijosos sin blancos.

 

Otro contingente salió del Casco de Santo Tomás, era la Coordinadora Combativa Marcha del 2 de octubre, que tenían una meta bien definida, llegar a la Plaza de las Tres Culturas y pugnar por la liberación de los presos políticos.

 

La mayoría de ellos eran chavos de los CCH Vallejo y Sur que en escoltaban a tres sobrevivientes de la matanza del 68 que iba a la vanguardia, y que a la retaguardia llevaban un grupo conformado por unos 70 anarquistas que no perdieron la oportunidad de vandalizar.

 

De hecho fueron ellos los más activos de los diferentes grupos de anarquistas. Sorprendieron en distintas ocasiones con carreras espontáneas que se convirtieron en estampidas que arremetían con quien se pusiera en el camino. Una fotógrafa fue su víctima perfecta; resultó con algunos golpes y con su equipo dañado.

 

Un par de bancos también se interpusieron. En Flores Magos esquina Sabino, de la nada se escuchó un golpe y luego un cristalazo, vinieron los gritos con puros insultos: “Pinches culeros, hijos de su puta madre. Abajo el gobierno”. Los empleados y clientes se replegaron un minuto, y al terminar la agresión algunos se asomaron para tratar de ver a los agresores. Sólo era curiosidad. Lo mismo se replicó en 5 de Mayo esquina con Palma.

 

“No graben culeros, o les quitamos sus cámaras”, amenazaron los encapuchados, quienes en su mayoría eran jóvenes, incluso menores de edad, que durante el recorrido fumaban mariguana y solventes.

 

Al llegar a la plaza de Las Tres Culturas realizaron un mitin sencillo por Fernando Barcenas, acusado de quemar el árbol de Navidad de Coca-Cola, y por Carlos Sinué Cuevas, de la Facultad de Filosofía, asesinado en 2011 y que fue vinculado con el crimen organizado.

 

A las 6:10 soltaron bengalas se hizo un minuto de silencio y luego se cantó el himno, con eso concluyó el mitin. La gente comenzó a dispersarse, así como sucedía muy poco a poco en el Zócalo capitalino.

 

Incidentes menores, reportaron al final las autoridades capitalinas, un triunfo en comparación de los resultados del año pasado, detenidos, lesionados y daños económicos mayores.

 

El gobierno de Mancera rescató que todo fue gracias a las mesas de diálogo con los organizadores de la marcha.

 

*Teresa Moreno, Arturo Angel, César Barboza, Israel Yáñez, Israel Zamarrón, Jonathan Nácar y Juan Luis Ramos